Los intelectuales y la política en España. Francisco Javier Conde (1908-1974). La legitimación de la dictadura
- Cuevas Lanchares, Juan Carlos
- Ramón Cotarelo García Director
Universidade de defensa: Universidad Complutense de Madrid
Fecha de defensa: 16 de decembro de 2015
- Paloma Román Marugán Presidente/a
- Jaime Ferri Durá Secretario/a
- Isabel Bazaga Fernández Vogal
- Ruth Cicuéndez Santamaría Vogal
- Antonio Garrido Rubia Vogal
Tipo: Tese
Resumo
El principal objetivo de esta tesis es el análisis del estrecho vínculo que se establece entre los intelectuales y la política a lo largo de buena parte del siglo XX español a través de estudio de caso que supone la biografía intelectual de Javier Conde, uno de los más destacados ideólogos del franquismo. En el primer bloque, titulado Sobre el concepto de intelectual, hemos expuesto cómo la definición de intelectual ha supuesto un esfuerzo de elaboración e interpretación continuo en las ciencias sociales. Se verá que no hay uniformidad ni linealidad en dicha construcción teórica, puesto que la idea del intelectual se concibe desde un principio como compleja e irreducible a una visión univoca. Según los distintos autores que han intentado definirla, pasamos de una concepción del intelectual puro a otra más flexible, integradora de figuras como la del artista, el pensador, el sabio, el escritor o el filósofo. Las distintas disciplinas sociales se han interesado por el papel político del intelectual, su función cultural y su carácter catalizador en los cambios sociales, en los procesos de legitimación o deslegitimación de los regímenes políticos. Este principio de expresión en el intelectual queda recogido en los planteamientos de Norberto Bobbio que sintetiza la naturaleza del intelectual formulada en las primeras páginas de este estudio. Mediante el diálogo, la comunicación de su pensamiento, la transmisión de sus ideas, el hombre de cultura muestra a otros intelectuales y a sus coetáneos la posición adoptada frente a los problemas de su tiempo. Y es a través de ese debate desde donde el intelectual traslada sus planteamientos a la sociedad para influirla. El intelectual debe entenderse como una materialización histórica que interviene en la ideología y en los procesos de legitimidad y deslegitimación de las sociedades contemporáneas. Karl Mannheim ajusta a través de la teoría del Zeitgeist o espíritu de una época la imprescindible contextualización histórica, y nos muestra que el análisis de dicho espíritu, basándose en la teoría del conflicto, no cabe sino en el estudio integrado de los espíritus de épocas precedentes, puesto que este no se construye más que sobre una herencia histórica recibida que, igualmente, es reinterpretada por las nuevas generaciones en función del tiempo o época en que viven. Las primeras décadas del siglo XX otorgan un papel creciente, y cada vez más relevante, y más politizado del intelectual, en un siglo, que Michel Winock, ha definido como el siglo de los intelectuales. Y efectivamente, el intelectual, tal y como lo consideraremos aquí, se forja en plenitud en ese siglo XX. Es, básicamente, un producto del siglo XX. El método de análisis biográfico aplicado a la figura de Javier Conde nos obliga a una tarea de reconstrucción global de las elecciones o toma de decisiones del personaje, del compromiso, dentro del campo de opciones establecido por la época en la que se inserta su vida y actividad, y las consecuencias a las que dichos actos dan lugar. La biografía intelectual, que ha ido tomado un grado de importancia cada vez más relevante dentro de los métodos historiográficos modernos con la vuelta de las viejas temáticas, supone prestar atención a la génesis y constitución de una singular concepción de mundo y de un sistema de pensamiento, que nos permite objetivar a la persona a través de su obra, sin incurrir en los sesgos característicos de la biografía personal, o dicho en otros términos, la de la vida privada, que también ha tenido un importante rebrote, aunque con otra finalidad, en los últimos años. Resumiendo y, como veremos, nos decantaremos por la idea sartreana: ¿la obra, como objetivación de la persona, es más completa, más total, que la vida?.