La transformación ideológica de la crítica formalista de Clement Greenbergdel materialismo al liberalismo (1939-1974)

  1. de Llano Neira, Pedro
Dirigida por:
  1. María Luisa Sobrino Manzanares Director/a

Universidad de defensa: Universidade de Santiago de Compostela

Fecha de defensa: 21 de abril de 2009

Tribunal:
  1. Simón Marchán Fiz Presidente
  2. Miguel Anxo Rodríguez González Secretario/a
  3. Jesús Carrillo Castillo Vocal
  4. Anna Maria Guasch Vocal
  5. Antonio Jesús Gil González Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 210881 DIALNET

Resumen

El título de esta tesis La transformación ideológica de la crítica formalista de Clement Greenberg: del materialismo al liberalismo (1939-1974)- hace referencia a las hipótesis y a las preguntas que se plantearon al comenzar a redactar esta investigación: ¿Hubo algún cambio ideológico en la trayectoria de Clement Greenberg a la hora de apreciar el arte y la cultura? Y, en ese caso, ¿cómo influyeron las transformaciones sociales, políticas y económicas que se produjeron entre 1939 y 1974 los años en los que desarrolló la mayor parte de su vida profesional- en su forma de observar la realidad? Se trataba, por tanto, de desarrollar un discurso que analizase y constatase la evolución personal e histórica de un autor crucial en el devenir de la crítica y de la teoría del arte de la segunda mitad del siglo pasado. Una evolución de la que, por otro lado, existían algunos indicios en el contenido dispar de dos de sus artículos más importantes Vanguardia y kitsch (1939) y Modernist Painting (1960)- que el contexto de este trabajo de investigación nos permitió analizar a fondo, junto a una serie de piezas menos conocidas y, en ciertos casos, inéditas. En efecto, el estudio comparado de textos como los citados, además de otros como The Crisis of the Easel Picture (1948) o The Agony of Painting (1947-48), habría de darnos la justa medida de las diferencias que existieron entre la primera y la segunda etapa del crítico, y confirmaría el cambio que se suponía que hubo, a priori. El proceso de mutación ideológica de la crítica formalista de Clement Greenberg tuvo lugar en el intervalo que se extiende entre dos fechas claves del siglo XX: 1939, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y 1974, el momento en que una crisis política, económica y social transformó todas las coordenadas y mapas vigentes en el mundo desde 1945. La principal característica de este marco de referencia es que designa un periodo en el que la pugna ideológica fue especialmente intensa. Desde la década de los treinta hasta la de los setenta (e incluso más allá, aunque esa fase queda fuera de los límites de esta tesis), la batalla entre las formas de vida que se vincularon con el marxismo y con el capitalismo, condicionó de manera decisiva la mentalidad de los dos bandos en conflicto y, por extensión, de los intelectuales, como Greenberg, que se encontraron en medio de un fuego cruzado. Se trataba, en el fondo, de una lucha entre dos modelos de producción, que daban lugar, a su vez, a sendos sistemas de organización social. Este contexto polarizado tuvo mucho que ver en los diferentes tipos de manifestaciones estéticas que se produjeron entre 1939 y 1974 en Norteamérica, aún cuando la importancia del marxismo en ese país pasó por fases muy distintas, algunas de las cuales fueron casi desconocidas, clandestinas o estuvieron reducidas a segmentos muy concretos de la sociedad. Al principio, mientras que los efectos de la Gran Depresión de 1929 se dejaron notar, los artistas e intelectuales que adoptaron los ideales de la izquierda marxista consolidaron una cultura materialista (deudora de los promotores del movimiento obrero norteamericano y de figuras pioneras como la de Eugene V. Debs, 1855-1926), que se intensificó con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, y que dio lugar, a su vez, a toda una serie de propuestas al servicio de la transformación social. En este sentido, el auge del asociacionismo y del sindicalismo, así como el nacimiento de una cultura crítica en las principales ciudades de los Estados Unidos, que prestaba mucha atención a autores europeos como Leon Trotsky, Bertolt Brecht o Rosa Luxemburgo, fue decisiva. Pero esta actitud no duró demasiado. A medida que el tiempo pasaba, y que las circunstancias se modificaban con la llegada de la Guerra Fría y del macartismo, muchos de los que defendieron una vía socialista como respuesta a los desmanes del capitalismo de entreguerras, abandonaron sus antiguos ideales, desmotivados, por un lado, por la derrota de su principal enemigo -el fascismo, un producto directo del empobrecimiento generalizado que causó la crisis económica del veintinueve- y atemorizados, por otro, ante la presión que el recién creado imperio estadounidense ejerció sobre las ambiciones expansionistas del totalitarismo estalinista. Un sistema que, desde el dictado ideológico de la Unión Soviética, se apropió de los ideales de igualdad y justicia del marxismo para crear una inmensa máquina de homogeneización y opresión social. Los textos que Clement Greenberg redactó entre 1939 y 1974, y, por consiguiente, las principales ideas que podemos extraer sobre la forma en que su ideología se desplazó desde el materialismo al liberalismo, deben leerse en este contexto complejo y conflictivo. Así pues, y al margen de que las intenciones de nuestro estudio no son, en modo alguno, agotar las posibles interpretaciones sobre la obra del autor, si que es posible afirmar que entre esas dos fechas, su pensamiento varió considerablemente. De lo que desprenden toda una serie de consecuencias muy relevantes que hemos tratado de explicar a lo largo de la tesis. Por eso, y a modo, ya, de conclusiones, podemos indicar lo siguiente: 1. En su juventud, Greenberg pensaba que el proceso autocrítico de la modernidad, que definía el arte abstracto de su tiempo, actuaba en una doble frecuencia social y estética, tal y como quedó demostrado en artículos como Vanguardia y kitsch. De ahí que creyese, también, y a medida que su pensamiento maduraba a lo largo de la década de los cuarenta, que el camino de disolución de la pintura en la arquitectura que parecía designar la pintura no-objetiva de autores como Jackson Pollock o Barnett Newman, era, además, el síntoma más elocuente de la desaparición de la clase social que había dado sentido al cuadro de caballete: la burguesía. Esta doble extinción, de la pintura de caballete, por un lado, y de la burguesía, por otro, llegó a hacer considerar a Greenberg que otro tipo de sociedad, y de prácticas artísticas, que se identificaban con los nuevos formatos murales, se avecinaban. Los mencionados textos The Crisis of the Easel Picture o The Agony of Painting, así lo demuestran. Los proyectos de la Work Projects Administration, creada por la administración Roosevelt, y en la que participaron figuras como Rivera o Siqueiros, fueron, sin duda, uno de los principales referentes o focos de esta nueva sensibilidad para los artistas norteamericanos. Pero los pintores no estaban solos, obviamente. Escritores como John Steinbeck, autor de novelas como De ratones y hombres (1937) o Las uvas de la ira (1939), dramaturgos como Mark Blitzstein (The Cradle Will Rock, 1937) o cineastas como Lewis Milestone (La estrella del norte, 1943), son representativos, entre otros muchos, de una forma de entender las relaciones entre los individuos y la realidad, característica de la época del New Deal. El trabajo de Greenberg en su primera etapa es, en efecto, el reflejo de esa mentalidad en la crítica de arte. 2. El final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría cortaron de raíz esta evolución socialista del arte moderno en los Estados Unidos y la redirigieron hacia territorios más seguros y convencionales. En particular, aquellos que comenzaron a esbozarse en artículos como Feeling is All (1952) o American-Type Painting (1955), y que se consolidaron definitivamente en otros como Modernist Painting (1960). Una serie de piezas en las que la doble reflexión estética y social de la crítica moderna que Greenberg había promocionado previamente, se vio reducida de manera paulatina y progresiva a una dimensión puramente visual, cuyo objetivo era una pretendida autonomía de la obra de arte que, finalmente, se puso al servicio del valor de cambio y de la especulación, características de la sociedad en la que se reproducían. Efectivamente, durante el macartismo se intentaron borrar todos los vestigios del socialismo en Norteamérica. Esta fase extremista duró poco (de 1950 a 1956), pero fue crucial a la hora de generar el contexto posterior, marcado por la mentalidad mercantil y por el auge del consumismo, en el que el crítico desarrolló la segunda parte de su carrera. Arte y cultura (1961) fue su principal aportación en esa época, en la que su poder e influencia se multiplicaron, junto a una creciente institucionalización de la vanguardia a la que hacia referencia en este libro de ensayos; mientras que los seminarios de la década de los setenta, en los que Greenberg reflexionaba sobre conceptos como los del juicio estético, el canon o el gusto desde un punto de vista historicista, se convirtieron en su corolario. A grandes rasgos, la existencia de dos periodos ideológicos en la trayectoria de Clement Greenberg serían las principales conclusiones de esta tesis. Desde este punto de vista, su obra hace referencia de manera singular a las principales características de los modos de producción dominantes en el siglo XX, así como al tipo de sociedades y de relaciones a las que dieron lugar, a través de una versión de la crítica de arte formalista que osciló entre diferentes tipos de compromiso ideológico. Lo que nos indicaría, en último término, que la autoreflexividad, lejos de ser siempre una actitud autista, bien se podría interpretar también como una forma de analizar (y criticar) los modos de producción de diferentes estructuras sociales, a través de los medios específicos de sus respectivas prácticas artísticas. Una idea que nos recuerda la propuesta del historiador Michael Baxandall, según la cual, los cuadros son, entre otras cosas, fósiles de la vida económica de una sociedad. 3. En tercer lugar, y ya para concluir, es preciso señalar que los límites entre esos dos momentos no fueron siempre tan evidentes como podría parecer a primera vista, y, que, en numerosas ocasiones, hay transferencias entre una y otra fase. Como decíamos anteriormente, la transformación del materialismo al liberalismo que se operó en su pensamiento fue lenta y discontinua. No se pueden fijar fronteras rígidas entre ambas etapas porque el proceso estuvo marcado por numerosos factores externos y, por supuesto, por las múltiples dudas que le asaltaban, y que se pueden certificar en las inagotables sesiones de revisión de sus propios textos. Con todo, sí se puede decir que hubo momentos clave en la transición, como fue, por ejemplo, la disputa que mantuvo con Freda Kirchway, la editora del semanario izquierdista The Nation, a propósito de los artículos pro-comunistas que el exiliado español Julio Álvarez del Vayo publicó en febrero de 1951, con la guerra de Corea como telón de fondo. Este oscuro episodio designó, sin duda, un momento de no-retorno en plena caza de brujas del senador Macarthy- a partir del que el alejamiento de Greenberg del pensamiento de izquierdas iba a ir en aumento, al igual, por otro lado, que su complacencia con la política cultural propagandística que los republicanos, encabezados por Dwight D. Eisenhower, diseñaron a lo largo de la década de los cincuenta para expandir el American way of life por todo el mundo. En este sentido, y de la misma forma que hay aspectos en ciertos artículos del crítico que anunciaban desde muy temprano su deriva hacia el liberalismo en el futuro, así como su actitud acrítica con el capitalismo, también es verdad que la consideración del arte como un fenómeno esencialmente histórico, que interiorizó a través de las numerosas lecturas marxistas que realizó en su juventud, pervivió en algunos de sus textos más maduros, a pesar de que la dimensión crítica de los mismos hubiese desaparecido, como sucede, por ejemplo, en The Plight of Our Culture (1953). Una pieza en la que analiza la decadencia de la cultura de vanguardia en el momento en que el consumismo y la industria del espectáculo comienzan a crecer al amparo del capitalismo norteamericano, pero que está ya despojada de la perspectiva crítica y socialista que se puede apreciar en un texto de su etapa temprana, como Vanguardia y kitsch, en el que su denuncia de cierto tipo de productos culturales destinados a las clases más desfavorecidas, está íntimamente ligada a la urgencia de la lucha anti-fascista del momento. Y de ahí que, sin cuestionar el argumento principal de estas conclusiones, los matices que debemos introducir en el análisis de la carrera intelectual del autor, sean tan importantes y relevantes para la comprensión global de su obra. Ciertamente, Clement Greenberg fue un hombre con una extrema capacidad de adaptación a los tiempos que le tocaron vivir, y, esto, unido a su perspicacia e inteligencia, le permitió teorizar sobre las características de la obra de arte en el contexto de dos sistemas antagónicos. No obstante, y por los mismos motivos, es necesario decir también que fue una persona poco comprometida políticamente -oportunista, porqué no decirlo- que cambió sus ideales cuando las circunstancias se lo demandaron. Hasta el punto, como se puede certificar a lo largo de este proyecto de investigación, de modificar o corregir sus antiguos escritos, con el fin de adecuarlos a la realidad del capitalismo triunfante de la América de posguerra, y de referirse a ellos, en cierto momento a finales de los cincuenta, como los deshechos de mi auto-educación. Una decisión personal que, desde el presente, puede parecer triste y lamentable, por lo que significa de represión y autocensura, así como de intento de borrar las huellas de un pasado utópico, pero que, en un contexto de fuertes presiones sobre los intelectuales, como ocurría en Norteamérica en la década de los cincuenta, quizá resultaría más comprensible. Siempre, por supuesto, que se recuerde que otros autores, como Harold Rosenberg o Meyer Schapiro, se mantuvieron más firmes en sus ideales, aún cuando su carrera no fue menos controvertida. Sin duda, resulta imposible comprender la obra de Greenberg sin prestar atención a su vida y a los escenarios cambiantes en los que se desarrolló. Y, por eso, esperamos que estas páginas contribuyan a deshacer ciertos malentendidos y tópicos, que, tras la retirada progresiva del crítico de la vida pública, de 1974 en adelante, dieron lugar a una imagen abstracta, distorsionada y unidimensional de su trabajo, que se relacionaba con su segundo periodo de manera casi exclusiva. Aguardamos, en este sentido, que los argumentos expuestos faciliten una lectura no determinista de su legado, que arroje luz sobre sus etapas más desconocidas, y que expliquen con mayor precisión los elementos que configuraron sus textos más populares e influyentes. Se trataría, en último término, de certificar el cambio histórico que se opera en su mentalidad, y de razonar lo que aporta al momento presente el conocimiento de dichas transformaciones. Efectivamente, Greenberg no era idéntico a si mismo. Sino que poseía una personalidad múltiple, fragmentada y paradójica. Un carácter contradictorio que demuestra que siempre existe una versión alternativa de la realidad. Una existencia otra repartida en distintos tiempos históricos- que refuta la visión monolítica y unidireccional que hoy en día se tiene de su figura. Por eso, la tarea deconstructiva de esta investigación, basada en los textos del autor, hace especial énfasis en esta actitud. En descubrir, allí donde la realidad o la historia parecen uniformes, su reverso. La potencialidad constante y afirmativa de otras opciones, de otras sensibilidades.