La frontera armada. Sicilia en la estrategia defensiva y ofensiva de la monarquía española en el siglo XVI
- BELLOSO MARTÍN, CARLOS
- Luis Antonio Ribot García Director
Universidad de defensa: Universidad de Valladolid
Fecha de defensa: 21 de noviembre de 2008
- Alberto Marcos Martín Presidente/a
- Maximiliano Barrio Gozalo Secretario/a
- Cristina Borreguero Beltrán Vocal
- Giovanni Muto Vocal
- Enrique García Hernán Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
La antemuralla de la Monarquía. Los tercios españoles en el reino de Sicilia en el siglo XVI. Este trabajo consta de dos grandes apartados. En el primero, se describe la organización y estructura de todo el sistema político-militar que la Monarquía de España diseñó y ejecutó para la defensa de Sicilia en el siglo XVI, y en particular de los tercios españoles , del tercio fijo ordinario y de los tercios que de forma temporal se alojaban en la isla. El estudio no solo trata las cuestiones militares, sino también de la historia política, social y económica. El reino de Sicilia desempeñó un papel clave en el contexto geoestratégico del Mediterráneo en el siglo XVI que le sitúa entre los más importantes reinos de la Monarquía de España, por la capacidad productiva de sus tierras y por la posición estratégica que asumió en el Mediterráneo, como un baluarte de la cristiandad entera contra el Turco. Son muchos los apelativos con que los historiadores se han referido a la Sicilia de la época: fortaleza, antemuralla, frontera de la cristiandad, baluarte, y todos son alusivos a la preponderancia de su función estratégico-militar. El segundo apartado está dedicado a la vida de los soldados en Sicilia: el sistema de alojamientos en las casas particulares y en los castillos, los motines, las relaciones con la población, los que se casaban, su sistema sanitario, etc. Para poder conocer con rigor los hilos que movían la historia de la Monarquía en este período, se hacía imprescindible conocer directamente las fuentes documentales y bibliográficas italianas y españolas, en su mayoría conservadas en el Archivo de Simancas. El hecho de que los tercios permaneciesen en Sicilia para colaborar en la defensa del territorio de ataques enemigos no siempre se tradujo en una buena relación de convivencia. No faltarán los frecuentes roces, los enfrentamientos con la población italiana y sus continuas quejas, situaciones que acompañan inexorablemente a la presencia de cualquier ejército que se aloja en un territorio, en su propio país o en otro extranjero. Eran muchos los males y corrupciones que aquejaban a la milicia. En el ejército había una gran distancia entre la teoría -la organización y disciplina que se debía vivir-, y la práctica militar. Algo similar hemos observado el reino de Sicilia. Las órdenes se cumplían, y la maquinaria militar funcionaba con eficacia, pero la realidad de la vida cotidiana obligaba a sus mandos a continuos llamamientos para que viviesen la disciplina debida. Para evitar estos conflictos, gran parte de la infantería se alojaba en los castillos, con cierta separación de la población. Al ser las fortalezas insuficientes para tantos alojamientos, y aumentar las molestias a las poblaciones, se empezaron a construir cuarteles o barrios aislados en las principales localidades para tener allí agrupados a los soldados. Durante el siglo XVI en Sicilia hubo una presencia constante y numerosa de gente de armas, entre la propia del reino y la que llegaba de España, suficiente para afrontar las amenazas enemigas. Se consiguió organizar un sistema defensivo eficaz y bien integrado que permitió mantener la seguridad del reino, y en ningún momento existió una posibilidad real de ser invadidos o conquistados por los otomanos. La isla sufrió muchos ataques turcos y berberiscos, pero siempre fueron a una escala muy reducida. El sistema militar que se implantó en el reino fue eminentemente defensivo. Se disponía de los medios que se estimaban justos y suficientes para hacer frente a los ataques de los enemigos potenciales, turcos y berberiscos. El tercio ordinario de Sicilia debía estar formado por 3.000 hombres, la caballería ligera debían ser 300 jinetes, la flota debía estar formada por una escuadra de 16 galeras; las torres de vigilancia de todo el litoral siciliano debían comunicarse entre sí y avisar de los peligros. Este era el potencial bélico que la Monarquía española estimaba suficiente para lograr una pequeña superioridad militar frente al enemigo, de forma que siempre obtuviese la victoria. Se intentará hacer frente a las amenazas de invasión con una estrategia que combinaba la fortificación del litoral con la protección de las fuerzas de infantería y caballería. La propia monarquía se dio cuenta de que este sistema no era el más adecuado, pero era el único que sus limitados medios económicos, humanos y técnicos le permitían llevar a cabo. A lo largo del siglo, y especialmente en los momentos en que la amenaza de la venida del turco se hace sentir más próxima, asistimos a una militarización o estado general defensivo de todo el reino. Cuando arreciaba la psicosis (muchas veces justificada) por la llegada de enemigos se ponía en marcha una gigantesca maquinaria militar, donde los tercios españoles serán una pieza clave que colabora en ese mismo fin defensivo. Aunque modestos en número de efectivos, los tercios siempre serán la pieza angular a la que recurren los virreyes, porque ofrecían más seguridad que las fuerzas propias del reino, al ser una fuerza estable y profesional, y porque daban un servicio más rápido y eficaz que el resto por su disciplina, logística y preparación en el arte de la guerra. Es la unidad militar en que más confianza se tiene y la que se considera más operativa. Después de la victoria de Lepanto, el reino pasó de ser solo receptor de soldados a convertirse en un centro emisor hacia otras empresas exteriores de la Monarquía. En Sicilia se aprecia con claridad el funcionamiento del sistema de gobierno militar. El rey, a cargo de una Monarquía que se extendía por todo el mundo, tenía una visión universal de los problemas y fija los objetivos. Según fuesen esos intereses y la disponibilidad de recursos, irá moviendo las piezas, las unidades militares que tenía para que actuasen con la máxima eficacia. Así es como decide llevar parte del tercio de infantería española de Sicilia unas veces a Flandes, otras a España, a los destinos donde se requiriese concentrar todas las fuerzas posibles. Se observa como esta infantería actúa en estas ocasiones como una fuerza de reserva que está distribuida por el conjunto de territorios que componen la monarquía, y que en determinados momentos se utiliza como una fuerza de reacción o intervención rápida, con eficacia y seguridad por ser un ejército profesional y bien adiestrado. Algunos historiadores italianos señalan que la dominación española sobre el Mezzogiorno, que era la avanzadilla abierta de la Europa cristiana, habría tenido como consecuencia el desarme prácticamente total de los propios territorios. El gobierno español se centró en la defensa estática de las costas, atribuyéndose la competencia en exclusividad del armamento dinámico. Las acciones defensivas sobre el mar quedan reservadas a unas pocas iniciativas del todo esporádicas. Esta situación obedecía a un preciso programa español dirigido a desarmar a los nobles, a desanimarles de sus aspiraciones guerreras, y a obstaculizar su espíritu de unión y de independencia, a la vez que se eliminaban sus pretensiones de hacer política. Nuestra opinión no coincide con esta particular visión histórica. No se puede concebir la presencia del tercio como un ejército dominador o de ocupación. A la luz de las cifras que ofrecemos, estamos considerando un número reducido de efectivos en un tercio que de ordinario oscilan entre un 2.000 y 3.000 soldados de infantería, en comparación con los 9.000 hombres de a pie y los 1.500 de a caballo que se preveía llegase a tener la nueva milicia del reino, y en unos momentos en que los propios virreyes se encargan en repartir armas entre la población para que todos estuviesen prontos a la defensa de sus casas, familias y haciendas. El enemigo no era la infantería española, sino los turcos, y el tercio era el principal aliado para conseguir la seguridad del reino. Las abultadas cifras que hemos conocido del número de sicilianos armados preparados para la defensa de la isla, nos obligan a revisar el planteamiento de la dominación militar española, y a entender la presencia del tercio de infantería española principalmente como una colaboración y refuerzo eficaz en la vanguardia de la defensa de la isla, además de otros intereses políticos y estratégicos que también existieron para mantener su presencia en Sicilia.