El mito de Ixión

  1. MUÑOZ VARGAS, ANTONIO
Dirigida por:
  1. Helena Guzmán García Directora
  2. José María Lucas de Dios Director

Universidad de defensa: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Fecha de defensa: 12 de diciembre de 2019

Tribunal:
  1. Fernando García Romero Presidente/a
  2. Rosa María Pedrero Sancho Secretario/a
  3. Helena Rodríguez Somolinos Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El mito comienza su andadura, para nosotros, a inicios del siglo V a. C. En los Poemas Homéricos Ixión es una sombra. Lo echamos en falta en la katábasis de la Odisea (XI). No es sino con la cerámica de figuras rojas cuando nos lo encontremos atado a su rueda entre el 500 y el 490 a. C.. El primer relato completo que encontramos del mito en una obra conservada tiene como autor a Píndaro, en los años 70 o principios de los 60 del siglo V a. C., en ella aparece casi completo el relato del mito. Se trata de la oda Pítica II, dedicada a Hierón de Siracusa. El tema fundamental del mito inserto en esta composición lo constituyen las funestas consecuencias que trae consigo no ser agradecido, especialmente con los dioses. Ixión intenta seducir, a pesar de los beneficios recibidos por Zeus a Hera. La purificación, tan relacionada con la boga del orfismo en la Grecia de aquella época, la encontramos en las obras ixiónicas de Esquilo, aunque de ellas solo conservamos fragmentos rescatados de escolios, léxicos bizantinos o referencias de otras obras. El Ixión de Eurípides, también perdido, como el resto de su obra, será el que tenga mayor pervivencia en el siglo IV a. C., en el mundo Helenístico y en Roma. Es el Ixión que encontramos reflejado en las pinturas vasculares. Eurípides no aleja el mito del tema purificatorio pero refuerza otros aspectos del mismo: Ixión es un personaje odioso, malvado por excelencia, pero de fuerza casi titánica. La huella de Eurípides, y también de su Ixión, es grande: tal como se presenció en escena y se ve en la pintura vascular vinculada a ella, es un ser dotado de una fuerza titánica, que sostiene la bóveda celeste. El Helenismo con todos los cambios que entraña va, por supuesto, a afectar a nuestro mito. Éste sufre una alteración sustancial: el castigo del lapita ya no se produce en el cielo, dando vueltas en las alturas, sino en el Hades. Ese paso se da consciente o inconscientemente en las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (III, 60-64). Este carácter infernal acarrea determinadas consecuencias: la consideración de una caída que lo conduzca al Tártaro y su inclusión en la típica lista de los castigados infernales: Sísifo, Tántalo, Prometeo, Ticio, las Eumenides. Paléfato, en Sobre las cosas increíbles, hará pasar a Ixión por la criba de una crítica racionalista, buscando una interpretación historicista que, liberadora de los aspectos fantásticos, hará el mito más creíble, pero menos imaginativo. En Roma el tratamiento del mito de Ixión tiene unos rasgos característicos: - Se mantiene el influjo del orfismo, que ya había acompañado al mito desde sus orígenes. - Los autores suelen ver desde dentro la experiencia de Ixión en su castigo y no es raro que se presente cierto sentido de compasión por Ixión, vinculado al referido orfismo, o a la mentalidad estoica. -Ixión forma parte preferente, junto a sus compañeros de tortura, del paisaje infernal, apareciendo a veces en el primer lugar del listado, y constituyendo un símbolo preferente de la muerte, por lo que no es infrecuente verlo representado en sarcófagos. La Segunda Sofistica estuvo muy interesada por este mito, en el que dejará una huella que lo acompañará durante siglos. La forma de entenderlo de Plutarco y Dión Crisóstomo será clave para su interpretación de finales del Imperio Romano, Edad Media y el Renacimiento. Luciano, por su parte, nos dejará, además de otras referencias muy interesantes al mito, su hilarante diálogo entre Zeus y Hera. La pobre Hera se enoja por el espíritu complaciente con que su marido trata los excesos de su comensal: es la solidaridad del que está acostumbrado a ser infiel. En la Edad Media, la escuela de Chartres continúa con más insistencia aun con la interpretación simbólica de los mitos, ya presente en autores imperiales tardorromanos como Fulgencio, Macrobio o Lactancio, desarrollando la teoría del integumentum. Los ovidios moralizados medievales no hacen más que seguir la línea simbólica que tanto ensancha el alcance de los mitos, con esa yuxtaposición entre el relato del mito y su interpretación. El tratamiento del mito por parte de Coluccio Salutati supone un momento clave en la vida del mito, aunque carente de continuidad. Presenta una grandísima novedad: como un adelantado de la Ilustración, continuando con la visión eminentemente política del mito, lo encaja en su explicación del paso del estado Natural al Civil. Ixión queda, por primera vez, después de siglos de existencia, connotado positivamente. La llegada del Renacimiento se plasmará, sobre todo, en la recuperación de la primera parte del mito, desconocida en la Edad Media en Occidente por culpa del olvido por parte de los comentaristas que sirvieron de base a la recepción renacentista del mito. Las Mitologías de Conti recogen ya íntegro el mito con la inclusión de la primera parte, pero antes la encontramos en el diccionario de Elyot en Inglaterra en 1538. Natale Conti en sus Mitologías cuenta con unas fuentes muy completas, aportando claridad y orden en la exposición del mito, separando el relato del mito y su interpretación, superando el desorden de la Genealogía de los dioses paganos de Boccaccio. En el Renacimiento el recurso al mito de Ixión es frecuentísimo y responde a varios tópicos y finalidades: -Infierno de Amor. -Expresión de una ilusión frustrada a causa de una falsa concepción o percepción. -Detención de los castigos infernales. - Como parte de invocaciones infernales, frecuentes, sobre todo, en el teatro del siglo XVII. Los grandes genios de la literatura, de finales del XVI y el XVII, también hacen uso del mito: Shakespeare de una manera solapada, pero sistemática, en su King Lear. El uso del mito en La Casa de los celos por parte de Cervantes es difícilmente superable: juega Cervantes con éste y un elemento importante de la tramoya teatral, la Nube. El enamorado Reinaldos compara a la huidiza Angélica con una esquiva Juno, que lo evita, saliendo de escena en la Nube, especie de montacargas, en el que se montaban los actores de la época para salir de escena. En el siglo XIX el político y escritor Benjamin Disraeli nos deja un relato corto, Ixion in Heaven, en el que a la imaginación propia del mito le añade la suya propia. El mito se plaga de referencias anacrónicas, que le dan vida, actualidad y humor, aunque lo distorsionan inevitablemente. Los personajes mitológicos se convierten, sin perder del todo su identidad, en máscaras detrás de las que se camuflan personajes reales como Lod Byron. Ixión en mucho representa al joven Benjamin de aquella época, principios de los años 30, sus problemas, inquietudes y aspiraciones. Curiosamente la realidad dará vida y sentido a este relato, cuando años después, siendo Prime Minister, la reina Victoria la dé acceso y cariño en su Olimpo regio. Francis Burnand compuso un burlesque basándose en el Ixión de Disraeli. Es un Ixión también plagado de referencias anacrónicas referidas a la actualidad social, política y literaria de la Inglaterra victoriana, rebosante del humor que exigía un género desenfadado como el burlesque, en el que se mezclaba la representación teatral, la parodia musical y el baile. La Juno de Burnand accede más abiertamente aun que la de Disraeli a los requerimientos amatorios del lapita, comportándose de forma escandalosa, de una forma parecida a las protagonistas de las novelas sensacionalistas tan de moda en aquella época, y se fuga con él al château que Cupido tenía en España. Precisamente será este Ixion de Burnand el que cruzando el charco, en 1868, marque un hito en la génesis del musical americano, con la interpretación de Lydia Thomson y las British Blondes, su compañía. Ixión también tendrá un papel importante en la iconografía romántica desde Lingg, asimilado a los titanes, muy próximo al Prometeo de Shelley, representa la rebeldía frente a una cruel divinidad triunfante. Un papel parecido juega en el poema homónimo de Robert Browning. Ya en el siglo XX, pero prolongando la línea romántica, Cesare Pavese nos dibuja en La nube, perteneciente a los Diálogos de Leucó, un Ixión incapaz de comprender que unos nuevos dioses, más crueles, han trastornado un orden natural y moral primitivo más afable.