Una universidad posible en tiempos de Jaime Benítez (1942-1972)Los intelectuales españoles acogidos en la universidad de Puerto Rico a raíz de la guerra civil española

  1. Ruiz Sastre, Emilio
Dirigida por:
  1. Alicia Alted Vigil Directora

Universidad de defensa: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Fecha de defensa: 27 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Heliodoro Carpintero Capell Presidente/a
  2. Jesús Marcial Conill Sancho Secretario/a
  3. Juan Sisinio Pérez Garzón Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

A Puerto Rico llegaron varias decenas de refugiados españoles a raíz de la guerra civil de 1936. La mayoría de ellos eran profesionales, científicos y profesores universitarios. Aunque se conocía esta historia, no se sabía ni de lejos su alcance e importancia. Nunca se había iniciado una investigación sistemática, aunque las informaciones de acarreo aparecían en multitud de publicaciones. En Puerto Rico, como parte de los Estados Unidos de América, se mantuvo la legalidad vigente en cuanto a las actuaciones derivadas de la guerra civil española de 1936. Es necesario recordar que las leyes se votaban en un Congreso elegido de manera democrática, y que eran el reflejo de lo que quería la sociedad de los Estados Unidos y por consiguiente de Puerto Rico. Los exiliados españoles, el exilio en Puerto Rico, las vidas insustituibles de tantos y tantos compatriotas no serían entendidas fuera de este contexto. El exilio intelectual español en Puerto Rico es tan relevante o significativo, como el de otros países del entorno, aunque menos numeroso. A Puerto Rico llegaron figuras de primer orden y la tierra de acogida fue para todos ellos una escuela de convivencia y para casi todos llegó a constituir una oportunidad única y diferente, rica y significativa. Cuando se fueron decidiendo a vivir como "puertorriqueños" adquirieron todos los beneficios que aquella sociedad tuvo a bien darse, la de la libre circulación por los Estados Unidos, que se quiera o no ya entonces constituía una realidad demasiado fuerte como para ponerla en duda y mucho menos negarla. Teniendo todo esto en cuenta, con los personajes del exilio, lo que verdaderamente importaba era ir reconstruyendo el argumento de sus vidas para llegar a conclusiones enriquecedoras. Ya que no estamos estudiando un exilio cualquiera sino el de los mejor preparados, y era indispensable poner en claro su obra, su dimensión y alcance. La gestión de Jaime Benítez como Rector de la Universidad de Puerto Rico es tan mencionada y repetida como desconocida. Se ha convenido desde un principio que su labor fue relevante, avanzada para su tiempo, pero a continuación se ha dejado entrever que su éxito no fue tan grande y que además concurrieron condiciones tan favorables que le restan valor a sus esfuerzos. Por otro lado Benítez no se sirvió de su condición de persona conocida, influyente, aunque no poderosa, lo cual en apariencia para aquellos que sólo ven lo superficial y pasajero le quitan importancia para aumentar la suya o justificar un fracaso. Con estoicismo español soportó la dura carga de la soledad en una tarea que nunca sabría si era la acertada por desconocida, la cual aceptó sacar adelante por propia voluntad y con conocimiento de causa. Su visión del mundo hispánico en convivencia con el mundo anglosajón, más bien norteamericano, fue comprensiva e integradora, a sabiendas de que había temas que no eran precisamente fáciles de conjugar, principalmente por la incomprensión de los norteamericanos hacia el mundo hispánico, sólo disculpable por ignorancia. Benítez supo mucho antes que cualquier otro hombre en Puerto Rico que la vida es una faena que se hace hacia adelante. En esto fue decisiva su afición a la lectura, cosa que adquirió siendo muy joven. Su encuentro con la filosofía clásica en lenguas que no eran la suya le llevo a buscar un leguaje filosófico en español y lo encontró con Ortega y Gasset. Su relación con él fue vibrante, esclarecedora, y significativa. No creo que haya escrito una sola página de su vida que no haya sido pensada teniendo en cuenta la filosofía de su maestro distante, al que tan solo vio en dos ocasiones. No es fácil dar una explicación a la labor que realizó Benítez respecto a los exiliados españoles y de otros procedentes de cualquier otra parte del mundo. En 1939, incluso antes de que la guerra civil española acabara, ya había caído en la cuenta de la enorme tragedia que se cernía sobre el mundo y que nadie parecía querer poner fin.