Adiós a la diplomacia americana

  1. Torreblanca Payá, José Ignacio
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2018

Volumen: 32

Número: 181

Páginas: 72-82

Tipo: Artículo

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Resumen

La marginación del departamento de Estado obedece a una doctrina exterior que busca en el unilateralismo la forma de servir al nacionalismo blanco que sostiene a Trump en el interior. Life's but a walking shadow, a poor player That struts and frets his hour upon the stage And then is heard no more. It is a tale Told by an idiot, full of sound and fury Signifying nothing. William Shakespeare, Macbeth, Acto 5º, Escena V, 25. El veto migratorio a siete países árabes y musulmanes. La retirada del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. El abandono de las negociaciones sobre el Tratado Transpacífico de libre comercio (TPP, en inglés). La demanda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá (Nafta). Los desplantes a los aliados de la OTAN y la Unión Europea. La continua desestabilización de Oriente Próximo, sea desde el apoyo a Arabia Saudí contra Catar, la hostilidad hacia Teherán y el cuestionamiento del acuerdo nuclear o el traslado de la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén. La escalada retórica con Corea del Norte y China. O la aún más sorprendente y sospechosa actitud conciliadora hacia Vladimir Putin por parte de alguien que no ha ahorrado calificativos a ningún líder mundial. ¿Responden todas esas medidas a un plan coherente o son el resultado de una gran improvisación, de tal manera que los historiadores, en un futuro, solo podrán hablar de lo ocurrido como en el fragmento de Macbeth: ¿"ruido y furia, cuento contado por un idiota que nada significa"? ¿Es justo ahora, después de años de debate y especulación sobre el declive americano, cuando podemos certificar el fin del liderazgo de Estados Unidos, paradójicamente, a manos de un líder cuyo programa político único y principal impulso electoral ha sido el de "hacer a América grande otra vez"? ¿O será el caso que el inmenso poder económico y tecnológico de EEUU, más su tupida red de alianzas, convertirá el paso de Donald Trump por la Casa Blanca en algo anecdótico que no logrará hacer mella en el poder, duro o blando, de EEUU? Es pronto para saberlo. Mientras tanto, dos elementos nos permiten decir adiós (¿temporalmente?) a la diplomacia americana o adivinar en cualquier caso un largo y costoso periodo de recuperación del prestigio y la eficacia perdidos. Uno es la marginación del departamento de Estado, algo sin precedentes en la historia de la política exterior de EEUU; el otro es la puesta en marcha de una doctrina de política exterior inédita en la historia del país: el nativismo populista. Rebelión en Foggy Bottom El 29 de noviembre, Madeleine Albright, secretaria de Estado desde 1997 hasta 2001 con el presidente Bill Clinton, publicó una tribuna en The Washington Post titulada "La emergencia de seguridad nacional de la que no estamos hablando". En ella, Albright describía la alarmante situación provocada en el departamento de Estado por la administración Trump y, especialmente, por la gestión política y presupuestaria llevada a cabo por Rex Tillerson, el expresidente de Exxon nombrado por Trump para dirigir la política exterior estadounidense. "La diplomacia" - señalaba Albright - es "nuestra primera línea de defensa (...) Las coaliciones y alianzas protegen nuestros intereses sin necesidad de recurrir a la fuerza. Y cuando hay que emplear la fuerza, nuestros diplomáticos se aseguran de que lo podamos hacer eficazmente con el concurso de otros países". Albright se hacía eco de la denuncia formulada por la embajadora Barbara Stephenson, presidenta de la asociación que agrupa a los diplomáticos estadounidenses (American Foreign Service Association) en una carta abierta dirigida a todos los miembros de la carrera diplomática publicada en Foreign Service Journal y titulada Time to Ask Why ("Hora de preguntar por qué"). Los datos ofrecidos por la embajadora Stephenson ofrecen un panorama demoledor de la descapitalización sufrida por el departamento de Estado en los primeros 10 meses desde que Trump tomara posesión. Según Stephenson el departamento de Estado ha perdido el 60% de sus embajadores de carrera, los jefes de misión (el segundo rango más alto del servicio diplomático) han pasado de 33 a 19, y los ministros consejeros (el tercer rango más alto) de 431 a 369. En total, más de 100 diplomáticos de primer nivel han solicitado excedencias o bajas voluntarias.