Criminalidad, orden y control social en el cine estadounidense del siglo XXuna aproximación en diez películas
- Remeseiro Fernández, Manuel Óscar
- Juan Antonio Gómez García Zuzendaria
Defentsa unibertsitatea: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia
Defentsa urtea: 2020
- Rafael Colina Garea Presidentea
- Ana María Marcos del Cano Idazkaria
- Iván Navas Mondaca Kidea
Mota: Tesia
Laburpena
La criminalidad, el orden y el control social son tres elementos clave para el estudio de la sociedad estadounidense desde la perspectiva de conocimiento de la sociología jurídica. Y el cine se revela como el medio ideal para mostrarnos cómo las relaciones entre ellos configuran la construcción social del delito. El orden social existente, en cada sociedad y momento histórico, determina los mecanismos de control de la criminalidad, su alcance y sus implicaciones para el conjunto de la comunidad. En la sociedad moderna, además, la hegemonía de las élites económicas y políticas se sustancia en el ejercicio del control social a través del empleo de los medios de comunicación de masas. Los medios de comunicación de masas, y entre ellos el cine, ofrecen una imagen distorsionada de la delincuencia, sus causas y consecuencias (construcción social del delito) que obedece, en la mayoría de los casos, a los intereses espurios de las clases dominantes que, en última instancia, son sus propietarias o principales accionistas. Los cambios producidos, a partir de finales de la década de los años 60, en la criminalidad, el orden y el control social en los Estados Unidos responden a un conjunto de factores interrelacionados. Los factores criminogénicos esenciales, tales como la pobreza, las drogas, la ausencia de control estatal sobre las armas de fuego y las elevadas tasas de encarcelamiento se ven agravados por la implantación del modelo económico neoliberal, que lleva aparejada una fuerte disminución de los fondos presupuestarios destinados a las políticas de redistribución de la riqueza y de disminución de la desigualdad. Las políticas criminales de corte más conservador, lejos de realizar un análisis en profundidad del fracaso de las políticas anteriores, y de las circunstancias sobrevenidas que lo provocaron, prefieren enfocar el fenómeno delictivo desde una óptica represiva y simplista. Las enormes desigualdades económicas y sociales, y las graves tensiones raciales, llegan a justificarse como algo natural en el sistema y en cierta medida se culpabiliza y se tacha de “inadaptados” o “desviados” a aquellos que no encuentran acomodo en los valores y estándares sociales imperantes. A medida que se incrementa el grado de control sobre los estratos sociales más desfavorecidos, y se hace hincapié en un enfoque netamente punitivo de la criminalidad, ésta se convierte en una coartada perfecta para la limitación de los derechos civiles (el miedo al delito como eficaz arma política) y en la justificación para el desvío de ingentes cantidades de fondos públicos desde programas sociales (considerados improductivos o superfluos) hacia otros que favorecen a las grandes industrias y grupos de presión que se convierten así en actores políticos de primer orden. La delincuencia, sobre todo en lo que se refiere al crimen organizado, es esencialmente una actividad económica generadora de un elevadísimo volumen de negocio en todo el mundo y que cuenta con multitud de actores y partes interesadas e implicadas. Ello conlleva, en muchas ocasiones, oscuras relaciones entre criminalidad y poder.