Las fronteras de la unión europeaobjetivos y medidas para afrontar su seguridad

  1. de Toro Mezquita, Isaac
Supervised by:
  1. Tomás Fernández Villazala Director
  2. César Augusto Giner Alegría Director

Defence university: Universidad Católica San Antonio de Murcia

Fecha de defensa: 28 May 2021

Committee:
  1. Ruth de María Abril Stoffels Chair
  2. Claribel de Castro Sánchez Secretary
  3. José Daniel Pelayo Olmedo Committee member

Type: Thesis

Teseo: 680834 DIALNET lock_openTESEO editor

Abstract

El nacimiento del espacio Schengen hizo de Europa un lugar más unido, en el que las distancias se acortaron y donde se compartían las fronteras exteriores, pasando las interiores a existir sólo en los mapas. La eliminación de las fronteras interiores, garantizando la seguridad interior, fue un proceso de muchos años que se ha considerado uno de los mayores éxitos de la Unión Europea y algo irreversible. Sin embargo, el sueño de una Europa sin fronteras se vio gravemente amenazado por el movimiento migratorio mixto del año 2015; ante tal situación, la inactividad de las Instituciones Europeas provocó que los Estados Miembros más afectados por los flujos migratorios irregulares, levantasen muros y alambradas en las fronteras interiores para desviar la migración a los Estados vecinos. Esta vulneración del principio de solidaridad derivó en la fractura entre el Este y el Oeste de Europa y provocó el restablecimiento controles fronterizos en las fronteras interiores. La Europa soñada en 1985 había desaparecido. La ausencia de una consensuada política migratoria común y de una gestión integrada de las fronteras exteriores, obligó a optar por medidas “políticas” ad hoc, como la Declaración EU-Turquía. Este “acuerdo” ha sido ampliamente criticada por su falta de rigor y de respeto a la normativa internacional y europea, especialmente en materia de derechos humanos. Aunque sus efectos positivos en materia migratoria no pueden soslayarse, ya que tras su adopción el número de cruces irregulares se ha reducido considerablemente, no parece que dejar la política migratoria al albur de acuerdos políticos con terceros Estados sea el mejor modo de establecer una política migratoria común con un verdadero sistema común de migración y asilo. Muestra de ello es que, hoy, las relaciones entre Bruselas y Ankara están atravesando momentos difíciles, especialmente después de las amenazas del presidente turco, lo que ha derivado en que la cooperación se haya vuelto cada vez más delicada. Por otra parte, los flujos migratorios mixtos del año 2015 ocasionaron movimientos secundarios dentro de una Europa sin fronteras. Esta facilidad de movimiento en el espacio europeo fue utilizada por los grupos terroristas para sus propios fines, lo que ha derivado en la constatación de la existencia de una amenaza real, actual y suficientemente grave para el orden público y la seguridad interior de la Unión Europea. Los ataques terroristas ocurridos en suelo europeo desde el inicio de la crisis migratoria demuestran la estrecha relación entre terrorismo e inmigración. La derrota del Estado Islámico y la precaria situación de los campamentos de detención y de refugiados del noreste de Siria, aumenta el riesgo de regreso de los combatientes extranjeros, lo que supone un riesgo para la seguridad interior de la UE. La vulnerabilidad y porosidad de las fronteras exteriores, junto con la inviabilidad de controles fronterizos efectivos en ellas, ha mostrado la insolidaridad en el seno de la Unión Europea, donde los Estados Parte de Schengen están tomando decisiones “cuasi-unilaterales” y realizando una “libre interpretación” del Código de Fronteras, con el único objetivo de garantizar su propia seguridad interior. Esta situación muestra la fragilidad del sistema de ausencia de controles fronterizos interiores y pone en entredicho la seguridad jurídica, indicando la necesidad urgente de modificar el Código de Fronteras Schengen determinando un nuevo límite máximo de duración de los restablecimientos temporales de los mismos. Si bien el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea recogió la necesidad de establecimiento progresivo de un sistema integrado de gestión de fronteras, lo cierto es que no fue hasta el año 2016 cuando se definió dicho concepto desde una perspectiva jurídica. Sin embargo, aún habiéndose establecido qué es el sistema integrado de gestión de fronteras, en el año 2021, la gestión europea integrada de las fronteras esta muy lejos de ser una realidad consolida ya que las estrategias nacionales de los Estados Miembros no se alinean con las estrategias técnicas y operativas desarrolladas por Frontex. Los apresurados y continuos desarrollos normativos que ha sufrido Frontex, confirman, además de la falta de solidaridad entre los Estados Miembros, la falta de instrumentos y conceptos nuevos para hacer frente a una nueva y cambiante realidad migratoria. Esta Europa desunida y en construcción no podrá conseguir que la Guardia Europea de Fronteras y Costas sea la solución definitiva mientras dependa de la “voluntad forzosa” de los Estados Miembros. Esa dependencia constituirá una deficiencia recurrente y mantendrá las lagunas existentes en las operaciones conjuntas. En el año 2020 la tendencia decreciente de la presión migratoria se ha invertido, lo que nos permite afirmar que la situación sigue siendo muy inestable, consolidándose las rutas y los flujos migratorios hacia Europa. Si a la creciente presión migratoria le sumamos la inestabilidad política y económica, por el empeoramiento de la economía mundial debido a la pandemia sanitaria, junto con el levantamiento de las medidas COVID-19 en los países de tránsito y destino, el resultado puede ser otro importante desafío migratorio como el del año 2015. Europa necesita dar un paso más en su proceso de construcción, pasar de una “Europa de autonomías” a una “Europa federal” para hacer realmente efectivo el sistema integrado de gestión de fronteras. Lo ideal es que la gestión de las fronteras exteriores dejase de ser una competencia compartida y pasase a ser una competencia exclusiva de las Instituciones Europeas ya que el modelo actual genera más discrepancias que puntos en común. Cómo conseguir que los Estados Miembros compartan esta visión y estén por la labor de “renunciar” a sus competencias y prerrogativas en este ámbito es el escollo más difícil de salvar; desprenderse de competencias soberanas no ha sido cuestión fácil en ningún momento; menos en el actual con los riesgos a la seguridad interior sentidos por los Estados. Una migración gestionada y ordenada en las fronteras exteriores de la UE enviaría una clara señal al resto del mundo de que Europa cuenta con una sólida política común de migración y asilo, en virtud de la cual sólo pueden entrar en la UE las personas que presenten motivos de estancia legal previniendo los movimientos primarios y secundarios irregulares, y como consecuencia, garantizando la seguridad y libre circulación en una Europa sin fronteras.