La esencia del estilo en la modala clase social
- Jiménez, Joan
- Vicent Borràs Català Director/a
Universidad de defensa: Universitat Autònoma de Barcelona
Fecha de defensa: 22 de septiembre de 2010
- Luis Enrique Alonso Benito Presidente/a
- Sònia Parella Rubio Secretario/a
- Javier Callejo Gallego Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Ciertamente, de la moda se puede afirmar que es un fenómeno social de origen poco definido que nunca, como ahora, debido a los cambios culturales, socieconómicos y tecnológicos de finales del siglo XX y principios del XXI, había conseguido convertirse en consumo de masas. Así, es en estos momentos cuando, más allá de los períodos de bonanza y recesión a los que nos tiene acostumbrados el capitalismo moderno y postmoderno, su importancia se revela capital por cómo afecta a la manera en la que los individuos establecemos y mantenemos la conciencia de lo que somos o desearíamos ser, y por tanto, al desarrollo de nuestra identidad. Este proceso de expansión al que se alude, que en sociedades occidentales ha acabado asociándose más al deseo que a la necesidad, es decir, determinado mayoritariamente por factores socioculturales más que económicos y materiales, no justifica la omisión de una realidad que afirma que, como conjunto de prácticas sociales, culturales y económicas, el consumo depende de la posición relativa, o clase, ocupada en el espacio social. La cual, se construye a partir de unos principios de diferenciación o distribución constituidos por un conjunto de propiedades que confieren poder a quien que los detenta con fuerza. Obviarlo, tal como hacen los autores postmodernos, acentúa la ilusión de un mundo igualitario en estado permanente de ocio. Situación que, de ser cierta, hace tiempo hubiéramos definido como un nuevo paradigma en el que, contrariamente a los momentos en los que la expansión del consumo se ha fundamentado en el trabajo, al menos para las clases medias y trabajadoras, el lugar ocupado en la cadena de producción habría dejado de ser un elemento delimitador de la acción social. Qué duda cabe, que hallándonos lejos de este ensueño, al menos materialmente hablando, las divergencias sobre el decline y caída de la clase social como categoría de análisis para la sociedad moderna tiene inicio cuando Nisbet (1959) argumenta que: primero, en política el poder ya no se concentra en unas élites sino que se halla disperso en todos los estratos a través del voto. Segundo, en economía el auge del sector servicios impide que los individuos sean clasificados porque sus ocupaciones no pueden ser subsumidas fácilmente bajo ningún sistema. Y tercero, el aumento del nivel de consumo contribuye a una pérdida de conciencia y antagonismo entre grupos. Por lo que, como resultado de estas tendencias, sería sumamente difícil descubrir la división de clases excepto en áreas atrasadas. Este razonamiento ha sido repetido en innumerables ocasiones (Bell, 1976; Inglehart, 1991; Clark y Lipset, 1991) sin tener en cuenta que: primero, las clases son determinantes para los intereses materiales de los individuos; segundo, estructuralmente definidas, dan lugar a acciones colectivas orientadas al cambio social; y tercero, ser miembro de una de ellas condiciona las posibilidades y las conductas presentes y futuras. Por ello, para el análisis del consumo de moda, donde el signo y el símbolo son parte constituyente, teniendo la clase continuidad como categoría de análisis, el género no puede quedar al margen. Pues, los usos y discursos diferenciados que escuchamos en hombres y mujeres expresan todavía hoy la perdurabilidad de fuertes antagonismos en nuestra cultura. De tal manera que cabe hablar de una desigualdad de género y desigualdad de clases complementaria que se proyecta conjuntamente a partir de las apariencias estereotipadas interiorizadas. Para la realización de esta investigación se ha tomado como estudio de casos el ámbito geográfico del Área Metropolitana de Barcelona. El estudio, que combina fuentes secundarias con entrevistas semiestructuradas acompañadas de imágenes fotográficas, se ha centrado, específicamente, en las clases ocupacionales medias y trabajadoras, resaltando de las mismas su origen. Esta dicotomía ha permitido un análisis de las fracciones y grupos que conforman la estructura social dando relevancia a la noción de gusto como habitus. La Tesis, que analiza cómo las condiciones de existencia continúan delimitando las prácticas de consumo de moda en las sociedades tardomodernas, con la incorporación de la categoría de género revaloriza empíricamente que en la práctica segmentada y jerarquizada de dicho consumo no sólo interviene el estatus de clase sino también el estatus de género.