Giulio Alberoni y la dirección de la política exterior española después de los tratados de Utrecht (1715-1719)

  1. Sallés Vilaseca, Núria
Dirigida por:
  1. Joaquim Albareda Salvadó Director/a

Universidad de defensa: Universitat Pompeu Fabra

Fecha de defensa: 03 de octubre de 2016

Tribunal:
  1. Lucien Jean Bély Presidente/a
  2. Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño Secretario/a
  3. Christopher Storrs Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 434758 DIALNET

Resumen

Giulio Alberoni protagonizó una turbulenta etapa en el gobierno de Felipe V en los años inmediatamente posteriores al fin de la Guerra de Sucesión. Este abate de origen piacentino, agente del duque de Parma en la Corte de Madrid, fue capaz de asentarse en la corte y en el gobierno, y consolidar entre 1715 y 1719 su control sobre la diplomacia española y sobre los mecanismos de toma de decisión, especialmente en la esfera de los asuntos exteriores. El presente trabajo identifica las bases sobre las cuales asentó su valimiento particular, y las fases en la evolución ascendente de su acceso a la gobernanza. La clarificación de estos fundamentos, junto con el estudio de su correspondencia particular con los diplomáticos españoles, permite abordar el análisis de la política exterior que se desplegó en paralelo y la estrategia que la orientaba. Esta tesis, que se inscribe en la tendencia llamada Nueva Historia Política, se divide en dos bloques de tres capítulos cada uno. El primer bloque contiene un capítulo dedicado al marco cortesano en el momento de la llegada de la segunda esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio, que señala una transformación en la Corte: se rebaja la influencia francesa (con la expulsión de la Princesa de los Ursinos, y el retiro después del financiero Jean Orry y del confesor del rey Robinet), y se acentúa un aumento de la influencia italiana, especialmente concentrada en las manos de los súbditos de Felipe V procedentes de los territorios italianos que se han perdido durante la Guerra de Sucesión española, y que son compensados por los bienes perdidos y los servicios prestados durante la contienda, siendo una obligación personal del rey atender a estos súbditos y servidores fieles. La tesis defiende que la intromisión de Alberoni en la creación de este "partido italiano" es limitada, pero subraya en cambio su participación directa en el socavamiento de las otras facciones en la corte (franceses, irlandeses, flamencos) y el intento de manipulación del grupo que la historiografía ha llamado comúnmente el "partido español". A continuación, el segundo capítulo explora el entramado administrativo del estado español, centrándose en las estructuras de gestión y de toma de decisiones en la esfera de los asuntos exteriores. El estudio del control de la información y del espacio de deliberación al lado del rey se convierte en un aspecto crucial para entender la consolidación de Alberoni. Al reseguir los cauces de la correspondencia, el capítulo repasa la transmisión de la capacidad de influencia desde el Consejo de Estado al Secretario del Despacho de Estado (gradual, entre 1714 y 1717); desde el Secretario hacia el cardenal Del Giudice (en unos breves meses de 1715 y 1716); y de éste a Alberoni (de forma definitiva a mediados de 1716). Demuestra asimismo cómo Alberoni asumió a partir de enero de 1719 una posición que de facto sustituía al secretario del despacho, y que la mantuvo hasta el día de su exilio. El tercer capítulo se centra en la red diplomática española en el continente europeo, y su re-definición al fin de la Guerra de Sucesión. La elección de los nuevos diplomáticos también se ve marcada por la transformación cortesana de 1715, y la capacidad de Alberoni de situar en puestos clave a ministros personalmente vinculados a él (el príncipe de Cellamare en la embajada de París; el marqués Beretti Landi en la embajada de La Haya; o el cardenal Acquaviva como ministro en Roma) es la base para el desarrollo de la correspondencia particular entre los diplomáticos de Felipe V y el abate, que le permitió consolidar una base informativa que podía presentar de forma autónoma y privada al rey. Los resultados de la investigación presentados en los tres capítulos iniciales son imprescindibles para el estudio del funcionamiento, y las líneas y estrategias de la política exterior española entre 1715 y 1719, que hemos abordado en los capítulos 4, 5 y 6. La importancia de tomar en cuenta la construcción gradual de las bases de poder de Alberoni se revela especialmente en el capítulo 4, que corresponde cronológicamente a los meses entre enero de 1715 y julio de 1717, es decir, el tiempo en que las iniciativas del abate son contestadas por otros personajes y grupos. La gestión de la crisis europea que significó la conquista española de la isla de Cerdeña, y las consecuencias de esta demostración de fuerza, se desarrollan en el capítulo 5. El despliegue de medidas y tratados por parte de Francia y Gran Bretaña que alumbró a la Cuádruple Alianza significó un afianzamiento parcial de los tratados de Utrecht: la búsqueda del consenso para sumar al emperador a este esquema se hizo más importante que el respeto a otros artículos de los acuerdos, como la cesión de Sicilia al duque de Saboya. Inglaterra, la potencia marítima que se antojaba rectora del sistema europeo en los tratados de reparto de 1698 y 1700 se consolidaba en el diseño del orden continental después de los tratados de Utrecht gracias a la infatigable tarea de James Stanhope, quien elaboró un plan de paz para reconciliar a Felipe V, Carlos VI y el duque de Saboya, y entre septiembre de 1717 y noviembre de 1718 consiguió consensuarlo con casi todos los participantes llamados a contribuir a hacerlo realidad. Se puso de manifiesto, una vez más, la priorización de los intereses de las que serán las grandes potencias, en detrimento de los monarcas que, aunque soberanos, pasaban a una segunda fila. A medida que se afianzaba la amistad franco-británica, Alberoni exploró las posibilidades para sabotearla: atraer al regente, atraer al duque de Saboya, plantear una paz no mediada con el emperador. También se planteó medidas de presión indirecta para conseguir que el consejo de Regencia francés y el Parlamento británico bloqueasen la capacidad de acción e iniciativa política del duque de Orléans y de Jorge I respectivamente. Y finalmente se recurrió a las tentativas de generalizar la guerra, con la mirada puesta en mantener al emperador y luego también a Jorge I ocupados en un frente doble. Boissimene, luego Beretti Landi y finalmente Patrick Lawless intentaron provocar la creación del segundo frente, el primero desde el Imperio Otomano, los otros dos creyendo posible una acción bélica conjunta de Carlos XII de Suecia y Pedro el Grande, que requería la reconciliación previa de los “príncipes del Norte” en el congreso de Aland. Esta última junto con el intento de desembarco jacobita y el fomento de la revuelta en Bretaña –expuestas en el sexto capítulo- fueron ya “carte da disperato”, estratagemas destinadas a un fracaso probable, sólo puestos en pie para ganar tiempo y no someter al rey a la “humillación” que le supondría rendirse ante las condiciones que la Cuádruple Alianza le planteaba desde hacía más de un año. El zar hubiera podido ser un aliado importante para España en el plano militar si el tempo hubiese sido el adecuado; pero al fin esta negociación, como las otras que se llevaron a cabo bajo el ministerio de Alberoni, sólo sirvió para mantener a Francia y a Gran Bretaña en tensión durante los años 1718 y 1719 y, a la postre, para consolidar su coalición.