Los Alvarez de Toledo, señores de Higaresla evolución histórica de un pequeño señorío toledano, Siglos XIV-XVII (Resumen)

  1. ROMERO SÁNCHEZ-ARJONA, ÁLVARO
Dirigida por:
  1. Antonio José Rodríguez Hernández Director
  2. José Manuel Calderón Ortega Codirector/a

Universidad de defensa: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Fecha de defensa: 19 de julio de 2022

Tribunal:
  1. Juan Hernández Franco Presidente/a
  2. Jaime de Salazar Acha Secretario/a
  3. Isabel Enciso Alonso-Muñumer Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Esta Tesis sigue un esquema tradicional, donde se presenta un estudio biográfico sobre de los Álvarez de Toledo, señores de Higares, y donde se pretende completar el conocimiento de una familia de la baja nobleza castellana. La vida de los señores de Higares y su cursus honorum, representa un testimonio único para conocer las herramientas de supervivencia de este tipo de familias en el contexto político, económico y social que vivieron. Y como segundones de un gran linaje castellano, podemos conocer sus aspiraciones para ascender dentro del estamento nobiliario para convertirse en nobleza titulada y las frustraciones generadas cuando no lo alcanzan. Aunque es una investigación principalmente centrada en la Edad Moderna, el trabajo explica los orígenes del señorío, así como sus primeros protagonistas. Decisión marcada por el rico fondo de documentación conservada en el fondo Higares, del archivo de la Casa de Alba, que arranca en el siglo XIII y finaliza en el siglo XIX. Al tratarse de una investigación centrada en el linaje de los Toledo, el grueso del trabajo se enmarca entre 1380 y 1699, momento en que fallece la última señora que porta el apellido Álvarez de Toledo. La Tesis está dividida en tres bloques: I. Los señores de Higares en la Edad Media, II. Los señores de Higares en la Edad Moderna y III. La actividad económica del señorío. Están precedidos de un capítulo introductorio con el estado de la cuestión, unas conclusiones como colofón, con un apartado dedicado a anexos y la bibliografía y fuentes utilizadas. El capítulo 1 comienza con los antecedentes históricos del señorío desde la conquista de Toledo en 1085 hasta los primeros años del siglo XIII, así como las primeras referencias documentales. Teniendo en cuenta la proximidad de Higares a Toledo, comprobaremos como muchos de los acontecimientos que afecten a la ciudad tendrán sus consecuencias en los territorios de Higares. En el capítulo 2, exponemos las circunstancias que rodearon a la donación del rey Fernando III a la Orden de los caballeros teutónicos en 1231. Durante 124 años los teutónicos disfrutaron de la posesión de la villa, hasta que la enajenaron en el año 1355. La otra fecha fundamental para la historia de Higares fue 1377, momento en que el II señor de Valdecorneja adquiere vía compra la villa. A su muerte, nombrará a su tercer hijo señor de la villa de Higares, comenzando el dominio de los Álvarez de Toledo, cuestión que exponemos en el capítulo 3. La documentación de esos años es sumamente interesante y así se ha plasmado en el trabajo. El capítulo 4 y 5, ilustran la vida, méritos y servicios de los dos primeros señores de Higares, Fernán Álvarez de Toledo y García Alvarez de Toledo. Gracias a la documentación generada en el desarrollo de sus actividades, conocemos no solo los méritos, oficios locales desempeñados y su actividad militar, sino que también podemos comprender –gracias a testamentos o capitulaciones matrimoniales–, las estrategias familiares y vislumbrar los bienes que poseían. El segundo bloque trata sobre los señores de Higares en la Edad Moderna, dedicando especial atención al III y al VI señor, los más relevantes. El capítulo 6 profundiza en los méritos, oficios y vida del III señor de Higares, Fernán Álvarez de Toledo. Estamos ante un caso excepcional pues este personaje vivió más de 80 años, por lo que la documentación generada es muy extensa. El IV y V señor de Higares están agrupados en el capítulo 7, mientras que el VI señor abarca todo el capítulo 8, el más extenso de todo el trabajo. Viene a ilustrar la vida de este noble que dedicó su vida al servicio de la Monarquía Hispánica. En el capítulo 9 abordamos la vida de los VII y VIII señores de Higares. Debido al fallecimiento sin descendencia de García Álvarez de Toledo, el señorío recae sobre su hermana Blanca Alvarez de Toledo, VIII señora de Higares. Casó en dos ocasiones, primero con el marqués de Valparaíso, que portaba el apellido González de Andía- Irarrázabal y posteriormente con el II marqués de Palacios, lo que supuso la extinción del apellido Alvarez de Toledo en el señorío de Higares. Por último, el tercer bloque está dedicado a la administración y a la actividad económica del señorío. El capítulo 10 describe el dominio señorial, dividido entre posesiones territoriales y bienes inmuebles. En este apartado se describe los dos despoblados de Higares y Olihuelas, y el resto de pequeñas dehesas que poseyeron los señores. Para ello, se ha utilizado abundante documentación cartográfica que completa las descripciones documentales. El capítulo 11, se centra en la actividad económica del señorío. La agricultura era la principal fuente de ingresos de los señores de Higares, detallándose en este capítulo todos los tipos de rentas que recibían de sus dominios. Para ello, hemos estudiado contratos de arrendamiento y la administración del señorío. Aunque debido a la poca continuidad en cuanto a los ingresos y gastos se refiere, no ha sido posible realizar un estudio económico más profundo. *** Para su realización, se han consultado distintos archivos españoles, pero la parte más original e importante para la construcción de la historia del señorío de Higares es el fondo Higares, localizado en el Archivo de los Duques de Alba. Custodiado en el Palacio de Liria de Madrid, este archivo es el resultado de la unión de más de treinta casas nobiliarias, que en el ejercicio de sus actividades han ido acumulando documentación a través del tiempo. Se trata de uno de los archivos nobiliarios más importantes de España, a pesar de sufrir vastos incendios, en determinados momentos, que redujeron su volumen drásticamente. El fondo Higares fue adquirido en 1946 por el XVII duque de Alba al marqués de Cerralbo, quienes habían sido propietarios de Higares en el siglo XIX. El fondo contiene 26 legajos con aproximadamente mil documentos. En cuanto al marco temporal, la documentación que contiene el fondo Higares abarca desde el siglo XIII hasta el siglo XIX. La naturaleza de la documentación es muy variada. Para completar la información aportada por los tratadistas y genealogistas, el fondo Higares incluye algunos árboles genealógicos, muy útiles para elaborar nuestros propios esquemas familiares. Para estudiar las estrategias matrimoniales, es fundamental consultar las muchas capitulaciones matrimoniales que se conservan de los señores y de sus hijos. Fundamental para estudiar las estrategias hereditarias y bienes de los señores son los testamentos. Se conservan numerosos testamentos no solo de los señores de Higares, sino también de sus mujeres y familiares cercanos. Relacionado con los testamentos, se antoja fundamental consultar los inventarios y aprecio de bienes. Este tipo de documentos nos ofrece información utilísima para conocer no solo las propiedades, sino los bienes raíces y muebles que poseían el fallecido. Son de gran utilidad las descripciones que realizan con las tomas de posesión, especialmente las del siglo XIV, ofreciéndonos relatos completísimos. Aunque la gran mayoría han sido extraídos del archivo Higares, se conservan un buen número de escrituras de deslindes y amojonamientos. Los administradores de Higares, en el ejercicio de sus funciones en la gestión del mayorazgo, generaron documentación económica y ofrecen información muy completa sobre los ingresos procedente de los arrendamientos y otros conceptos. Los pleitos en la vida de un noble eran habituales y continuos. Se conservan una gran cantidad de ellos en el fondo Higares. Los servicios prestados por los señores de Higares a la Corona se ver recompensada con mercedes regias. En el archivo se conservan muchas escrituras de juros como. Otro tipo de documento son los memoriales de méritos y servicios, conservándose un memorial de méritos y servicios del linaje de los Álvarez de Toledo y otro sobre los señores de Higares, presentado en nombre del primogénito del VI señor, solicitando al rey un “título de Castilla” para su familia. El documento está compuesto de quince folios impresos, estructurado en tres partes: la primera es un compendio de noticias genealógicas y méritos del linaje de los Álvarez de Toledo. Como era habitual en las familias de la época, remonta los orígenes hasta los propios godos, y destacan los méritos de los miembros de la Casa de Alba de Tormes. La segunda parte detalla las dignidades y servicios de los señores de Higares, dedicando especial atención a la vida de don Fernando de Toledo, VI señor de Higares. El texto es uniforme, y en determinadas ocasiones inserta alguna real Cédula como prueba de las mercedes recibidas del Rey y, sobre todo, el servicio prestado por su padre. Finalmente, una tercera parte, que ocupa las tres últimas hojas, dedicadas a la súplica. El fondo de Higares no es suficiente para construir la historia de los señores de Higares. Al tratarse de personajes que más allá de la administración señorial ejercieron oficios locales y cortesanos, así como actividad en la milicia, es necesario consultar los archivos generales españoles especializados en esas cuestiones. *** Los señores de Higares ejercieron su dominio sobre dos cotos redondos (Higares y Olihuelas) y otras pequeñas dehesas cercanas a la ciudad de Toledo. El régimen señorial fue fundamental en la estructura social, política y económica en la Edad Media, penetró con fuerza en la Edad Moderna y se mantuvo, aunque debilitado hasta el siglo XIX. Lo señores de Higares fueron poseedores de un modesto señorío solariego, basado en el dominio sobre la tierra y cuyo fin es la explotación agraria. El régimen va evolucionando hasta el señorío jurisdiccional, cuya principal característica es el ejercicio de funciones públicas, basado en la cesión del rey al señor de la facultad de juzgar, su potestad sobre los pobladores, los derechos tributarios y el dominio de la tierra. Respecto a los señoríos toledanos, es después de la conquista de Toledo cuando aparecen las primeras formas de dominio territorial. Desde fecha muy temprana, surgen los señoríos eclesiásticos −como favorecimiento de los reyes a la gran iglesia toledana−, los cuales se mostraron muy eficaces y perfectamente organizados. Segundo, los concejos, que con su jurisdicción limitan la expansión de los señoríos nobiliarios y abarcan áreas repobladas. Tercero, desde el siglo XII se manifiesta la presencia de Órdenes militares en el reino de Toledo, de las cuales las más importantes fueron Santiago y San Juan. Por último, es muy destacada la presencia de señoríos nobiliarios en época más tardía, pero que se desarrollan especialmente en la Baja Edad Media. A partir del siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X , se crean de forma tímida, los señoríos de Oropesa, Escalona, Navarmorcuende y Velada, pero será en el siglo XIV, cuando se produce la gran expansión del señorial, gracias a la fuerza adquirida por la nobleza y por los nuevos anhelos de los señores, especialmente, tras la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, donde la nobleza se fortalecerá gracias a las mercedes recibidas en forma de villas, tierras y lugares, especialmente los del bando trastamarista, lo que dio lugar a la creación de nuevos señoríos en el área toledana. Realizar un análisis comparativo entre Higares y el resto de los estados señoriales presenta una serie de inconvenientes que dificulta ese trabajo. Aunque podemos encontrar similitudes, también resultan importantes diferencias. Los orígenes señoriales de Higares se remontan al siglo XIII, nació como donación regia, y desde ese momento hasta el final del régimen señorial se mantendrá en manos privadas de forma vitalicia. Se manifiesta inicialmente como señorío solariego, hasta que en 1618 con el VI señor Fernando Álvarez de Toledo, adquirirán la jurisdicción del dominio. Pero hay un factor determinante que lo aleja de los grandes estados señoriales de Toledo: su reducida extensión y su naturaleza de despoblado y coto redondo: “tiene (el señor de Higares) dos términos redondos, juntos sin haber tierra en medio de ninguna otra persona, que se llaman Ygares y Oliguelas”. A eso hay que sumarle su extensión, muy lejos de los amplios dominios agrícolas que controlan los grandes señores nobiliarios, de los que obtienen la mayor parte de sus recursos. Estos factores, hacen que nos inclinemos a comparar a Higares de manera más correcta con otras antiguas villas y aldeas señoriales despobladas del reino de Toledo. El dominio más antiguo e importante es Higares, que incluye sus dehesas, huertos, sotos, molinos y tierras sementeras y de pasto. Dentro de ese coto cerrado se encuentra la casa del señor, denominado en las fuentes “castillo de Higares” y las casas de “las quinterías” o de labores, que la documentación antigua en ocasiones se refiere como “casas de Higares”. Cuando hablamos del castillo de Higares nos referimos al conjunto formado por el torreón, la casa, la iglesia y las caballerizas. Habría que diferenciarlo del otro grupo de edificios vecinos que la documentación se refiere como “casas de las quinterías” o “casas de Higares”, posiblemente lugar donde estuvo la primitiva villa de Higares, espacio donde viven los arrendadores y peones que trabajan el campo. La casa-castillo de Higares es la morada del señor, dominando la colina sobre la ribera del Tajo, en el corazón del señorío, desde donde ejerce su influencia y dominio. La torre se convierte en un símbolo de poder, elemento que tuvo gran alcance en el siglo XV, siendo la construcción más antigua. Con el paso del tiempo, el castillo de Higares se va transformando en casa palaciega a medida que la nobleza se va refinando. Con la conversión de la nobleza rural a nobleza urbana, los señores van a pasar más tiempo en sus “casas principales” de Toledo, pero alternando con estancias temporales en su casa de Higares. Dentro de Higares también están sus molinos. El río Tajo ha sido un importante eje hidráulico, vía de comunicación y fertilizador de huertas, cuyas fama y valor ya era descrito por los geógrafos de la Edad Moderna. Los molinos harineros, presas, puentes de barcas y cañales se repartían por todo el Tajo, y aumentaba a medida que se acercaban a Toledo. Las referencias documentales sobre los molinos son casi tan antiguas como las del propio castillo. Sabemos que fueron de seis ruedas y que fueron imprescindibles para moler el grano recogido en los campos de Higares y producir pan. El segundo dominio en importancia es Olihuelas, dividido en la Baja Edad Media entre distintos propietarios, entre los que se encontraba el conde de Alba. Su adquisición por parte de los señores de Higares se remonta a época del II señor, García, cuando con motivo de su casamiento recibió en 1454 una ayuda de mil doblas de oro de su primo el conde de Alba de Tormes. Como en ese momento no tiene la cantidad, le entrega la heredad que posee en Olihuelas y de todo lo que en ella les pertenece “así casas, como tierras e viñas, e olivares e montes e prados e pasturas e aguas corrientes e manantes”. Esa heredad no suponía el total de Olihuelas, sino solo una parte. En 1456, se hizo apeo y deslinde de la dehesa entre todos sus propietarios: el conde de Alba, el mariscal Payo de Ribera, el convento de San Pedro de las Dueñas de Toledo y los vecinos de Magán y Olías. Desde ese momento la heredad de Olihuelas será un bien más incorporado en las herencias y testamentos. Olihuelas también fue utilizada por los señores de Higares como garantía de pago de algunas dotes. El III señor de Higares, Fernán Álvarez de Toledo, fue fundamental para la historia de Olihuelas y su vinculación con Higares. Primero, porque va a desarrollar una activa política de expansión económica con el objetivo de ampliar su territorio comprándole a otros propietarios el resto de la heredad. Y, segundo, porque Olihuelas quedará vinculada al señorío de Higares cuando la incluya en su mayorazgo. Los otros heredamientos son de menor importancia. Por un lado, tenemos unas tierras en Mazarracín, en posesión de los señores de Higares desde 1427; la dehesa de Inesa es incorporada como dote en 1493 en las capitulaciones matrimoniales del II señor y Sancha de Guzmán, había sido propiedad de los Guzmán de Toledo, y entró en la casa de Higares tras el matrimonio. Se completa con otras tierras en Torrecilla y Palomarejos. Una característica que define al señorío de Higares es la naturaleza de coto redondo y de despoblado de sus principales dominios de Higares y Olihuelas. Y aunque en 1618 la Corona obliga a los señores dueños de despoblados a adquirir la jurisdicción, no parece que los señores de Higares hiciesen intentos para llenar de vecinos sus dominios. La documentación menciona a ciertos “vecinos” en algunos momentos, pero principalmente se trata de quinteros o gente que arrendó algún terreno. No podemos hablar de villa con vecinos más allá del siglo XIV. Esa es una de las razones por la que no pueden compararse con el resto de los estados señoriales toledanos –tales como Oropesa, Fuensalida o Maqueda–, regidos por los grandes linajes del reino y en muchos casos poseedores de títulos nobiliarios. Los señores de Higares, a pesar de pertenecer a una de las familias más antiguas de Castilla, no pudieron competir con otros señoríos en lo que a poder socioeconómico se refiere, debido la reducida extensión de sus dominios y su naturaleza de despoblado. Los gastos del estamento privilegiado ahogaban la economía nobiliaria, raro era el noble que no vivía inundado de deudas. La mala administración, y el mantenimiento de un tren de vida altísimo hizo que muchas casas desaparecieran. Los ingresos que obtienen los señores de Higares se pueden clasificar entre los procedentes de su señorío y los procedentes de la hacienda real. Como ya hemos señalado, las rentas típicamente nobiliarias fueron las de carácter territorial y señorial, pero debido a la disminución, en el siglo XVI, de los ingresos procedente de las explotaciones agrícolas los nobles se lanzan a la caza de mercedes y cargos. Y con la conversión de la nobleza a funciones cortesanas y urbanas, en el siglo XVII se intensificó esa tendencia. Para los señores de Higares, la agricultura fue la principal actividad económica de su señorío, combinando terrenos cultivables con las dehesas dedicadas al pasto y otros rendimientos. La superficie cultivada para la agricultura estaba dividida en secano y regadío, pero siendo mucho más importancia la primera. La proporción de tierra de y distancia del rio que era el que proporcionaba el agua de riego a las vegas que ocupaban los márgenes. Además, el cultivo de regadío era mucho más costoso que el de secano. En la Sagra toledana el trigo es la cereal estrella, y así se refleja en Higares. Una vez el trigo está almacenado en Higares se vende de diferentes formas. Prácticamente el 70% del grano cosechado se vendía, ya fuese en el propio Higares, en la alhóndiga de Toledo, en las villas vecinas de Olías, Magán y Mocejón, o incluso en algún monasterio cercano. Además de los cereales, en Higares también hubo viñedos. Con el paso del tiempo, y especialmente a partir del siglo XV, hubo señores que siendo conscientes de los grandes beneficios que obtenían cediendo el usufructo de sus tierras a ganaderos, transformaron algunas tierras labrantías en pastos. Hubo otras muchas fuentes de ingresos, la optimización de la tierra de Higares era completa. Se vendían animales como pavos y carneros. También arboles castaños, álamos secos, sauces. Si un álamo se caía sobre la huerta, se aprovechaba y se vendía. Se vendía leña, por ejemplo, el cura de Magán pagó 208 maravedíes. También la almendra de los almendros. Los olivares producían también aceituna y aceite que también se vendía. De la huerta vieja también se aprovechaban los espárragos en gran cantidad, carretas de paja trigaza, hierba de la huerta. Otra forma de obtener ingresos era con los arrendamientos de las heredades. Sobre los arrendamientos de Higares nos encontramos bastantes referencias, más o menos continuadas en el tiempo, especialmente a partir de principios del siglo XVI. Con anterioridad hay menos información, pero destaca un interesante legajo que contiene más de sesenta contratos firmados con diferentes individuos entre 1619 y 1637, que incluye los alquileres de tierras para el cultivo, tierras para el pasto, los huertos, sotos y pesquerías. Además de algunos para las casas en Toledo. Las mercedes regias ayudaron a aumentar el patrimonio de los señores de Higares, quienes desde época temprana son premiados con juros y alcabalas, pero en cantidades muy por debajo de las percibidas por otros nobles. Desde muy pronto, vemos a los señores de Higares siendo premiados con juros. Los oficios municipales fueron una fuente de ingresos importante para la nobleza, y para los señores de Higares en particular, pero además proporcionaba al titular influencia en el territorio. Eran empleos relacionados con la administración de la ciudad y cuyo nombramiento correspondía al monarca. La presencia de los señores de Higares en los puestos cortesanos fue algo aislado y tardío, que solamente se manifestó con el V y VI señor. *** Una de las incógnitas planteadas durante la investigación de este trabajo ha sido aproximarnos a conocer cuándo surge Higares como aldea, durante cuánto tiempo pudo estar habitada y el momento preciso de su abandono. Desde luego, la situación privilegiada de Higares favorecía cualquier oportunidad de asentamiento humano. La Sagra era la comarca más rica de Toledo, que destacaba por los buenos campos de agricultura, algo que ya acentuaron los geógrafos árabes en sus escritos sobre la envidiable situación de Toledo y su territorio. Esas buenas condiciones ayudaron a la creación de aldeas o “alquerías” en las inmediaciones de la ciudad, entre las que se encontraba la primitiva Ficares (Higares). La historia de Higares está estrechamente ligada la historia de la ciudad de Toledo, debido a su proximidad. Su castillo, casas, molinos y territorio estuvieron durante siglos bajo influencia directa de la urbe, de manera que muchos de los hitos y acontecimientos que se manifiestan en Toledo tendrán sus consecuencias en Higares. Aunque hay muy pocas referencias sobre Higares anteriores al siglo XII, algunas crónicas del siglo XI mencionan la primitiva Figares, entendida como una fortaleza avanzada de la acción conquistadora de Alfonso VI, aunque no se puede afirmar que su construcción fuese de época musulmana. Las primeras referencias documentales donde se alude a Ficares se remontan a la segunda mitad del siglo XII, cuando en 1189 un caballero llamado Rodrigo la recibe con casas y heredad, y en 1193 se produjo la venta de una viña “sita en el pago de Ficares, alfoz de Toledo”. Todo hace indicar que Higares fue una alquería en época musulmana, aunque no es posible presentar con precisión el conjunto de pueblos y alquerías que había en el momento de la conquista, ya que con el asentamiento de los cristianos surgirán aldeas castellanas, y aunque empleen la palabra villa o aldea para definirlas, muchas son antiguas alquerías de época musulmana, aunque la mayor parte de su población huyó a raíz de la llegada de los cristianos. Entre 1189 y 1231, la villa es adquirida por la corona, hasta que el rey Fernando III, el 20 de septiembre de 1231, la donó a la Orden de los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén con motivo de la boda real celebrada entre Fernando III y Beatriz de Suabia en 1219. La nieta del emperador Felipe, fue clave para la llegada de la orden alemana a la Península Ibérica, pues vino acompañada de un séquito entre los que había un reducido número de caballeros teutónicos muy vinculados con la dinastía suaba de la Casa de Staufen, quienes fueron patrocinadores de la orden. La donación de la villa de Higares fue un regalo de los reyes Fernando y Beatriz como símbolo de amistad, no solo para el gran maestre Hermann de Salza, sino extensible a todos los hermanos que se establecieron en Santa María de los Castellanos de la Mota. Al mismo tiempo un grupo no muy numeroso de caballeros de la Orden se establecieron en Castilla para participar en las campañas de conquista de Fernando III en Córdoba, Jaén, Carmona y Sevilla. Higares era pues la posesión más meridional de los teutónicos en España, lo que la convierte en un punto estratégico desde donde lanzarse a la conquista de Andalucía iniciada dos años después por Fernando III. La participación de los caballeros teutónicos en estas campañas tuvo que ser destacada a juzgar por las recompensas que recibieron en algunas ciudades como Sevilla. La Orden mantuvo la posesión de la heredad de Higares hasta mediados del siglo XIV, durante ciento veinticuatro años. En ese tiempo, parece que sus casas se dedicaron a alojar a estudiantes y maestros alemanes que acudían a Toledo, sede de la Escuela de Traductores. Uno de esos personajes fascinantes del medievo que aparece vinculado con Higares es Hermann el alemán. Traductor de obras aristotélicas del árabe al latín, obispo de Astorga, mantuvo relación con el Papa, con la familia real suaba, la Orden Teutónica y con los monarcas Fernando III y Alfonso X. Y aunque en los primeros tiempos de posesión debieron de disfrutar de una buena coyuntura económica, el siglo XIV fue un periodo de crisis generalizado que afectó a toda Europa occidental, consecuencias que también se verán reflejadas en Toledo. Temporales, epidemias y guerras, causaron verdaderos estragos, especialmente en las zonas agrarias. La caída demográfica repercutió especialmente en el campo, lo que provocó pérdida de cosechas, cultivos abandonados, inflación y devaluación monetaria. En ese contexto se produce el fin de la etapa teutónica de Higares, cuando el comendador de la Orden, Fray Juan Alfonso, enajena Higares en 1355 en favor de Alfonso Ruiz, alcalde mayor de Toledo. Las razones estaban en que la orden alemana necesitaba dinero para reparar casas que poseían en Castilla y para pagar pleitos de otras propiedades en Sevilla. Además de esas necesidades y la profunda crisis económica, habría que añadir una disminución del poder e influencia de la orden en Castilla, sumado al poco interés que desde Alemania se mostró en la península y en el Mediterráneo, en favor de una expansión por el área del mar Báltico. El alcalde mayor de Toledo, Alfonso Ruiz, y su hijo homónimo, disfrutaron de la posesión de Higares desde 1355 hasta 1380, hasta que venden la heredad al II señor de Valdecorneja, Fernán Álvarez de Toledo. En ese momento se va a producir el asentamiento del linaje Toledo en Higares, dominio que mantendrán hasta mediados del siglo XVII. *** El linaje de los Álvarez de Toledo ocupa un lugar privilegiado entre las más antiguas familias castellanas. Este linaje, tiene un origen legendario que se remonta a la reconquista, personificado en el príncipe Pedro Comneno, hijo del emperador de Constantinopla. Una invención fruto de la fantasiosa literatura de algunos tratadistas del siglo XV y XVII, que hoy día no es aceptada por los genealogistas. Documentalmente, las primeras referencias se remontan a la comunidad mozárabe de Toledo. El primer personaje de la familia mozárabe que dará lugar a los Álvarez de Toledo es Petrus Iulianiz, que aparece mencionado en 1125, padre de Illán Pérez, rico caballero y morador de la colación de San Román de Toledo. Esteban Illán (†1208), el verdadero fundador del linaje fue un personaje muy poderoso e influyente, que ostentó los cargos de alguacil y alcalde de Toledo. Las siguientes generaciones seguirán desempeñando oficios destacados de la ciudad. Con Álvaro Ibáñez, que fue alcalde mayor, se produce la conexión gentilicia entre los Illán y −hijo de Álvarol−o.sGTaorlceídaoÁ, lqvuaireenz tdreasTsoulemdou,earltcealledesumcaeydoenr, smuusehreijojusnqtouea psourthaerrámn aenloa,pellido Álvarez Juan Álvarez de Toledo, en 1289, a manos de Sancho IV. Durante el siglo XIV y el siguiente, se va a producir una profunda renovación en altas clases sociales. La “nobleza vieja”, conformada por antiguos linajes que se había formado durante el periodo de las grandes conquistas de los reyes castellanos contra los musulmanes del sur peninsular, se encuentra ahora en crisis. Fue en los siglos XII y XIII cuando despuntan la mayoría de estos linajes y muestran un fortalecimiento económico y social que les permite ocupar los oficios más destacados del reino y dominar el panorama político-social y económico del reino de Castilla. Con la llegada de los Trastámara, nuevos linajes nobiliarios irrumpirán como “nobleza nueva” sustituyendo a los viejos linajes en declive —Lara, Haro, Meneses, Castro, entre otros—. Estos grupos de familias culminan su ascenso a la cima nobiliaria en el siglo XV y se mantendrán durante la Edad Moderna, como los Velasco, Álvarez de Toledo, Ayala, Pacheco, y otros; unidos a antiguas familias de la nobleza vieja que se mantienen como Guzmán, Mendoza o Ponce de León y linajes foráneos como Luna, Ayala, Silva, Portocarrero, Pimentel, Fonseca, … Uno de los linajes que experimentan ese ascenso es el de los Álvarez de Toledo. Recordemos que, en 1380, la heredad de Higares es adquirida por el II señor de Valdecorneja, Fernando Álvarez de Toledo “el tuerto”, ricohombre conocido por ser mariscal de Castilla y alguacil mayor de Toledo. Tras su muerte acaecida en 1384 durante el sitio de Lisboa, fueron repartidos entre sus hijos los señoríos de Higares y Valdecorneja (futura casa de Alba de Tormes). El primogénito García Álvarez de Toledo (1370-1407), heredó el señorío de Valdecorneja, el segundogénito, Gutiérrez Álvarez de Toledo (1374- 1446), fue canciller mayor de la reina doña Leonor y, sucesivamente, arcediano de Guadalajara, obispo de Palencia, arzobispo de Sevilla y Toledo y I señor de Alba de Tormes por merced de Juan II en 1430. El tercer hijo del matrimonio, Fernán Álvarez de Toledo, heredó las casas y castillo de Higares. A diferencia de otros señores poseedores de villas señoriales con vecinos, cuando el señor de Valdecorneja adquiere Higares, está comprando una aldea “despoblada e yerma e derribada lo más de ella”. Y cuando en el siglo XVII se vean obligados a comprar la jurisdicción, no percibirán rentas provenientes de los impuestos gravados a la población, por tratarse de un despoblado. De hecho, en el documento de compra de jurisdicción se viene a decir que el señor de Higares podrá recibir esas rentas si se decidiesen por repoblar: “[…] mostrenços y martiengas y todas las demás rentas tocantes a la dicha jurisdicción que hubiere en los dichos términos si en ellos se viniere a hacer población […]”. Higares no fue un caso aislado, pues hubo un gran número de despoblados alrededor de Toledo. Muchos de ellos habían sido antiguas aldeas en los siglos XII, XIII y primera mitad del siglo XIV, pero que fueron abandonados por diversos factores: Por un lado, surgen despoblados debido a la crisis del siglo XIV, a causa de la guerra y la Peste, cuya consecuencia fue la desaparición de los centros habitados más débiles. Segundo, la proximidad junto a un camino importante también era causa de trastorno, porque se convertía inevitablemente en un lugar de descanso de tropas. Lo mismo ocurre si el asentamiento se encuentra cercano a los ríos, siendo muy numerosos los abandonos debido a enfermedades como la malaria. También llama la atención la gran densidad de pueblos desaparecidos en torno a las ciudades los centros urbanos fueron beneficiados por la Corona como gran base económica, otorgándole grandes beneficios y, como consecuencia, se crean desigualdades entre la ciudad y sus aldeas del entorno. Esos pequeños pueblos, cada vez más ruinosos, quedarán reducidas a pocos caseríos y habitadas por una población exclusivamente rural, de modo que muchas desaparecerán antes del siglo XIII. Y con la caída demográfica que sufrieron debido a las guerras, hambre y epidemias, se produjo una migración del campo a la ciudad. Muy cerca de Higares tenemos otros ejemplos de villas despobladas, como el caso de Calabazas, que fue aldea en el siglo XIV, pero en mal estado con “casas derribadas que son en la dicha aldea”; Velilla, que aparece como un antiguo asentamiento en 1102, quizás alquería en 1255 y manteniéndose como aldea en 1388, pero ya desprovista de habitantes, fue despoblada en 1502. Además, en el siglo XV, parte de las antiguas tierras de cultivos de Higares y Olihuelas, −como gran cantidad de suelos despoblados−, fueron transformados por sus dueños en dehesas para el pasto de ganado, pero no fue la presión de la trashumancia lo que causó el fenómeno de los despoblados, sino al contrario, fueron los terratenientes urbanos los que consideraron llevar los ganados a las aldeas despobladas. A fines del siglo XV y principios del siglo XVI ya existían cerca de un centenar de despoblados en Toledo, que dos siglos más tarde serán referenciados en el Catastro de Ensenada. En el siglo XVII hay relativamente pocos nuevos despoblados, cuyo abandono se atribuye con certeza a la crisis de dicho siglo. Revisando el Catastro de Ensenada, hemos identificado para toda Castilla un total de 629 despoblados y para la actual provincia de Toledo 103, entre los que se encuentran Higares y Olihuelas. Los despoblados de Toledo se dividen en los que son de titularidad nobiliaria (32), eclesiástica (35) y de realengo-concejos (36). Vemos que la nobleza titulada es dueña de muchos de ellos, por ejemplo, Velilla, que pertenece al conde de Cifuentes, o el conde de Cedillo que es señor de los despoblados de Moratalaz, Peromoro, San Andrés y Tocenaque. Respecto a Higares y Olihuelas, en el siglo XVIII su dueño es el marqués de Palacios. *** Fue habitual en el Antiguo Régimen, que ramas secundarias de linajes destacados estuviesen bajo la protección de la cabeza del linaje. En nuestro caso, hemos detectado relaciones de clientela verticales entre los señores de Higares y la casa de Alba. Ambas familias mantienen una identidad unitaria basada en la sangre, el apellido y el blasón, y a medida que los Alba ascienden en la pirámide nobiliaria, los señores de Higares lo harán junto a ellos, pero a otro ritmo y siempre varios escalones por debajo. Esa distancia se irá acrecentando durante el siglo XV y XVI, especialmente cuando los Alba aumenten significativamente su patrimonio, poder e influencia y son beneficiados con títulos nobiliarios como premio a sus servicios. Los Alba (alta nobleza) van a practicar su poder e influencia con los señores de Higares (nobleza baja o media) de diferentes formas. El primer aspecto donde se manifiesta es en la milicia. Los primeros señores de Higares fueron caballeros que durante varias generaciones acudirán a la llamada de las armas cuando sus señores los Alba les requieran. Además, la guerra fue una honrosa vía para la consecución de atributos caballerescos tales como el valor, lealtad y la lucha por la fe. Y el ejercicio de las armas era lo más ensalzable a lo que podía aspirar un hombre del medievo, de modo que la caballería seguía siendo en el siglo XV una dignidad y un reconocimiento a un oficio prestigioso. Son numerosos los ejemplos de servicios militares que prestaron los señores de Higares junto a sus parientes durante los siglos XIV, XV y XVI. Fueron periodos muy conflictivos dentro del reino castellano, y los señores de Higares se mantienen junto a los Alba en una época en que la nobleza se organiza en torno a confederaciones nobiliarias y en un momento en que la monarquía adolece de debilidad. Aunque el papel político desempeñado por estos señores de Higares parece que no se extendió más allá del servicio de las armas. Los primeros señores de Higares, siempre se van a encuadran en las huestes de sus parientes, ocupando empleos de confianza. El I señor, Fernán Álvarez de Toledo, apodado “el viejo” para diferenciarlo de su sobrino el IV señor de Valdecorneja, nació entre 1375-1385 y falleció en 1439, de modo que su vida comprendió los reinados de Juan I (1379-1390), Enrique III (1390-1406) y Juan II (1406-1454). Sobre todo, destacó por sus servicios a este último, siendo reconocido como valiente caballero que luchó contra los Infantes de Aragón y en la frontera de Granada. Fue corregidor de Trujillo, y casó con la señora de Pinto, Teresa de Ayala (†1433), hermana de doña Inés de Ayala, bisabuela del rey Fernando el Católico, ambas hijas de Pedro Suárez de Toledo, señor de la villa de Casarrubios y Juana Meléndez de Orozco, señora de Pinto. El I señor junto a su mujer la señora de Pinto, levantaron un palacio que se denominó “palacio del señor de Higares” o casa “güena”, que aún se conserva. Fernán vivió por tanto en una época de marcada mentalidad caballeresca en el combate y el heroísmo, y gracias a su valentía se convirtió en un célebre militar que prestó gran servicio al monarca Juan II. Esa vía era una manera directa de engrandecer a su casa, pues es sabido que los monarcas Juan II y Enrique IV, ascendieron a personajes que fueron fieles a su causa. Además, el ejercicio de las armas era lo más ensalzable a lo que podía aspirar un hombre del medievo, de modo que la Caballería seguía siendo en el siglo XV una dignidad y un reconocimiento a un oficio prestigioso Pero el señor de Higares se encuadra dentro de la hueste de su sobrino el IV señor de Valdecorneja, en las campañas que se sucedieron en la frontera granadina a mediados del siglo XV y es mencionado en varias crónicas participando en los episodios de Huelma y la tala de la vega Guadix en 1435: “asistió con su sobrino Fernán Dalvarez de Toledo, siendo Frontero de Jaén, con quien fue a escalar a Güelma”. El I señor de Higares y sus descendientes, eligieron lugar de enterramiento, el monasterio jerónimo de Santa María de la Sisla, en la provincia de Toledo, que antes de destruirse conservaba los escudos de los Álvarez de Toledo, señores de Higares: “[…] en lo alto de la nave de esta capilla (mayor) tiene diez o doce escudos de los escaques de los Toledo y gozan de su entierro los señores de Pinto e Higares, por la parte de Toledo […]. El II señor, García Álvarez de Toledo, (c.1425-1472), alguacil mayor de Toledo, contrae matrimonio en 1454 en Toledo con doña Leonor de Guzmán, hija de Tello de Guzmán, y doña Mencía de Haro, vecina de Toledo. Al igual que su padre, participa en distintas operaciones militares, del lado de Juan II, el príncipe Enrique y don Álvaro de Luna contra los Infantes de Aragón. Durante la guerra civil de 1465, veremos al señor de Higares junto a los condes de Alba. Y cuando el conde de Alba, García Álvarez de Toledo puso a disposición de Enrique IV, un nutrido grupo de soldados, a esa llamada acudirá su tío, el señor de Higares, que participará en varias acciones militares. Mientras que otros caballeros y nobles acuden a la obligada llamada del rey con su persona y lanzas reclutadas en sus señoríos, el carácter solariego y despoblado de Higares, obliga a nuestros protagonistas a limitarse a servir exclusivamente con su persona y unos pocas criados. Eso les restringe a la hora de crecer dentro del panorama nobiliario, ya que las huestes de los nobles dependían de su potencia como señores jurisdiccionales. Y aunque muestra valor y determinación en las acciones que se presentan, más que realizar méritos con los monarcas, los señores de Higares van a reforzar su posición ante los cabezas del linaje, los condes de Alba. Con el III señor Fernán Álvarez de Toledo (c.1455-1544), alcanzamos unos de los momentos de mayores logros, prestigio y éxitos. La relación entre los señores de Higares y el duque de Alba es más fuerte que nunca, a juzgar por los importantes servicios desempeñados por el primero. Ese vínculo comenzó en el ejercicio de las armas con la guerra de Granada, y se mantuvo durante la conquista de Navarra. En ambos casos, el duque de Alba obtuvo puestos de importancia −frontero y capitán general− respectivamente, formando el señor de Higares parte de su ejército. Consecuencia de esa estrecha relación, el duque nombró a su tío el señor de Higares, para dos puestos de gran confianza: mayordomo mayor, dignidad honorífica, con grandes emolumentos y consideración social dentro de la casa de Alba, y más adelante gobernador de la Casa de Alba, labor que desempeñará principalmente durante las ausencias del duque Fadrique, como cuando acompaña durante dos años al emperador Carlos V a Flandes y Alemania. Avanzado el siglo XV y en adelante, la casa de Alba se va a centrar en sus territorios salmantinos y abulenses, y su posición en la Corte, por lo que muestran síntomas de distanciamiento respecto a la ciudad de Toledo. En su lugar permanecen otras ramas del mismo linaje, como Oropesa o Higares. Los Alba, en ese proceso de desvinculación, se preocuparon de beneficiar a los señores de Higares, y aunque apenas quedan referencias directas en lo que a correspondencia se refiere, sí que encontramos razones para defender esa tesis. Primero, con la entrega como regalo de bodas de la parte que poseían en la dehesa de Olihuelas, el usufructo de las casas principales del conde de Alba en Toledo donde falleció el II señor García, y, por último, el fin del desempeño de la dignidad de alguacil mayor por parte de los condes de Alba en favor su pariente. Desde ese momento, los señores de Higares siempre estarán presentes en el ayuntamiento desempeñando algún oficio. Además de ejercer su influencia sobre el dominio señorial y servir al rey y a su señor en las guerras que se presentan, otra característica de la nobleza media, que bien se refleja en los señores de Higares, es la gran influencia que ejercen en el marco local, en el ejercicio de oficios y dignidades que desempeñan, convirtiéndolos en parte destacada de la oligarquía ciudadana. Estos personajes, prefieren residir en las ciudades, donde obtenían recursos procedentes de los juros y censos, pero sin olvidarse de sus palacios rurales, donde pasan temporadas y de donde también proceden una buena parte de sus ingresos. Por lo tanto, era muy habitual verlos vivir de sus rentas, desempeñar corregimientos o cargos municipales, y acudir a la guerra cuando el rey los llamaba1. El III señor, Fernán Álvarez de Toledo, va a formar parte activa de la oligarquía ciudadana al igual que lo habían hecho anteriormente algunos antepasados, como miembro del cuerpo de regidores de Toledo, y así lo hará su hijo. Además, también fue nombrado durante su vida corregidor en el Principado de Asturias y alcalde de la fortaleza de Magacela, propiedad de la Orden de Alcántara. Toledo fue para los señores de Higares el lugar perfecto desde donde ejercer su influencia a través de los oficios municipales, y el término donde tuvieron sus casas principales. La nobleza bajomedieval participa cada vez más de la vida urbana, un lugar perfecto donde proyectar sus ambiciones mediante el ejercicio de oficios concejiles. Comparten espacio con la élite toledana que estaba formada por ocho linajes principales: Ayala, Silva, Cárdenas, Álvarez de Toledo, Dávalos, Ribera, Rivadeneyra y Carrillo. Los matrimonios entre miembros de estas familias servían para sellar alianzas políticas y para comprar y adquirir tierras y señoríos, creándose bandos-linaje. Los Álvarez de Toledo –que habían permanecido en segundo plano–, supieron vincularse con nueva nobleza llegada a la ciudad, adquiriendo más relevancia. Durante el siglo XV y XVI, los señores de Higares al carecer del poder económico suficiente para entroncar con la nobleza titulada o con los primogénitos de las casas principales, se verán abocados a emparentarse con otras ramas secundarias de los principales linajes. En el ámbito nobiliario, el matrimonio era una parte importante de la estrategia familiar. Los señores de Higares tuvieron que diseñar estrategias familiares, hereditarias y de reproducción social, para poder incrementar el poder social, político y económico de su casa. Muestran una clara preferencia por emparentar con miembros del linaje de los Ayala, y, en una etapa posterior, lo harán con otras familias próximas como los Carrillo, los Guzmán, los Padilla, Acuña, Enríquez. Algunas de estas mujeres fueron grandes partidos para los señores de Higares, como Teresa de Ayala, señora de Pinto y mujer del I señor, hermana de doña Inés de Ayala y bisabuela del rey Fernando el Católico. El V señor contrae matrimonio Blanca Enríquez, nieta del III conde de Alba de Liste, don Diego Enríquez de Guzmán, mayordomo mayor del príncipe Carlos y Felipe II, comendador de la Orden de Alcántara y de doña Leonor de Toledo, hija del duque de Alba de Tormes. 1 DOMÍNGUEZ ORTÍZ, 2012, p.55. Con el III señor, se produce una modesta expansión patrimonial, adquiriendo algunas dehesas y tierras del entorno de Higares, además de casas en Toledo. La nobleza toledana tuvo un marcado carácter urbano, y a pesar de poseer castillos rurales, sus residencias verdaderas estaban en la ciudad, donde tenían sus “casas principales”. La presencia de los Álvarez de Toledo en la ciudad imperial es muy antigua, y se remonta a tiempos de los Illán, quienes viven en la Toledo al tiempo que desempeñan oficios locales. La colación de San Román fue el lugar preferido para esta familia y donde adquieren nuevos inmuebles, y desde muy pronto tenemos referencias sobre los señores de Valdecorneja viviendo esta colación. Para el señor de Higares y los nobles de la época, el mayorazgo fue visto como una institución que proporcionaba prestigio, seguridad y estabilidad económica a las familias, y para la Monarquía una sociedad estable. Contribuyó a incrementar o mantener la propiedad de determinadas casas nobiliarias, a sostener el importante régimen de señorío y mantener el prestigio y peso socioeconómico de las familias. En 1527, los terceros señores de Higares se deciden por fundar mayorazgo como culminación a una carrera basada en la estabilidad económica, fruto de la privanza y después de las operaciones económicas. La institución perdurará hasta finales del siglo XVIII y durante el XIX, cuando los Ilustrados se van oponiendo a este tipo de vinculaciones, con lo que el mayorazgo como forma de conservación indivisa de la propiedad en unas únicas manos irá desapareciendo. El IV señor de Higares, Fernán Álvarez de Toledo (c.1500-1546), para diferenciarlo de su padre es mencionado en la documentación como “el mozo”. Debió nacer a finales del siglo XV o principios del quinientos, teniendo en cuenta que sus padres casan en 1493. Su padre casó en segundas nupcias con Sancha de Guzmán, no siendo Fernán el mozo el primer varón nacido de ese matrimonio, por lo que no estaba destinado a heredar el mayorazgo de sus padres, sino su hermano mayor Martín. Como segundón, su destino fue la carrera eclesiástica, y así recibió en abril de 1513, letras del Cardenal Cisneros para ser ordenado clérigo de primera tonsura. Pero el fallecimiento de su hermano Martín, alteró los planes hereditarios de su padre, de modo que Fernán tendría que prepararse para dirigir la administración del señorío y mayorazgo de Higares. Lo cierto es que estuvo casi toda su vida en un estado de heredero permanente, puesto que su padre tuvo una larga vida. Apenas fue señor de Higares un par de años. Su padre fallece en 1544, y él lo hará en 1546. Por ello, su figura histórica está a la sombra de su padre en lo que a la documentación se refiere, y apenas conocemos algunos episodios de su vida. La muerte de su hermano, no solo lo coloca como heredero, sino que también le va a permitir ostentar una serie de oficios que su padre había cedido en vida a su hijo mayor Martín. A finales del siglo XVI se produce un cambio de tendencia en lo que al favor regio se refiere. El V señor García Álvarez de Toledo (c.1538-1588), regidor de Toledo, protagoniza un ascenso del ámbito local al cortesano. La cesión de oficios por parte de la corona podían ser locales o cortesanos. Los primeros estaban relacionados con la administración de la ciudad y los segundos −ajenos hasta ese momento a los señores de Higares−, estaban relacionados con la administración central de la monarquía que solían ser oficios en la casa del Rey. García fue nombrado gentilhombre de boca de la Casa de Felipe II, oficio que ostentó al menos entre 1567 y 1574. Un ascenso que solo se explica comprendiendo el funcionamiento de las relaciones clientelares y de linaje. Además de sus posibles méritos, necesitaba de la ayuda de algún otro individuo que tuviese un rango alto como cortesano. La casa de Alba se encontraba en lo más alto de un sistema clientelar dentro del linaje Álvarez de Toledo, basada en relaciones personales, donde el poderoso se hacía cargo de la protección del débil a cambio de fidelidad y ciertos servicios de tipo económico, político o personal. Todos estaban dispuestos a ofrecer sus servicios. El III duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, promocionó a familia y clientela. Ya lo había hecho con su mujer María Enríquez, nombrada camarera mayor de la reina Isabel de Valois, o su primogénito don Fadrique, gentilhombre de cámara. Una línea de patronazgo muy extensa que abarcó a parientes, servidores y dependientes heredados de su abuelo, y benefició a los representantes de las ramas colaterales, como a don Hernando de Toledo, señor de Villoria y a don García de Toledo, señor de Higares. *** Pero sin duda, la figura fundamental, que más cerca estuvo de dar el salto a la nobleza titulada fue el VI señor, don Fernando Álvarez de Toledo (1576-1638). Siguiendo los pasos de su padre, se aventura en la carrera militar, al cobijo de su pariente, el veterano conde de Fuentes. En estos tiempos, se interrumpe ese servicio de armas continuado desde principios del siglo XV con la Casa de Alba, ya que lo que siguieron al duque de Alba, aunque ocupan puestos de relevancia, no tienen la influencia de su antecesor. Como era habitual en la época, los segundones de las importantes casas y los nobles de categoría intermedia se lanzaban a la búsqueda de mercedes, cargos y gloria participando en las múltiples campañas militares en que estaba inmersa la Monarquía Hispánica. Lo hacían desde empleos militares dignos a su estatus social. Don Fernando desarrolló una larga carrera de más de 45 años, desde 1592 hasta 1638, que abarcó los reinados de tres Felipes (II, III, IV). Comenzó la carrera militar con aproximadamente 16 años allá por 1592. Estuvo en la frontera con Francia, donde ya sirvió su padre García y su abuelo, y continuó su carrera participando en otras jornadas hasta obtener el empleo de capitán. Posteriormente, sirvió en Milán, bajo la tutela de su tío abuelo, el veterano conde de Fuentes, don Pedro Enríquez de Toledo (1525-1610), como capitán de su guardia. La relación familiar venía por parte de madre, don Pedro era hijo de Diego Enríquez de Guzmán y Catalina de Toledo y Pimentel, hermana del III duque de Alba. Su cursus militaris se inició siguiendo los cauces habituales de los tercios españoles; instrucción en Italia y veteranía en Flandes. Sus años en Flandes le valieron para obtener el rango de capitán de caballos y cumplir una de las aspiraciones de todo hombre de guerra: la consecución del hábito de caballero militar. En su caso la de la Orden de Santiago, por cierto, una de las más solicitadas. Ser caballero, era una de las más anheladas fuentes de prestigio y privilegio, en una sociedad cada vez más ávida de honor. El hábito de una Orden de caballería no era novedad en los señores de Higares, su padre había sido caballero de Santiago y su abuelo de la orden de Alcántara. Obtuvo licencia para volver a la península para levantar un tercio como maestre de campo y sirvió con su tercio en la Armada del Mar Océano. En total, sirvió en España, Italia, Flandes, Portugal y la Armada, con los empleos de capitán de infantería, capitán de caballos y maestre de campo. Llegado el momento, se ganó la confianza de los gobernantes, y recibió premios en forma de juros, mercedes y cargos de importante relevancia. El más destacado que desempeñó fue el empleo de maestre de campo general y gobernador general de Portugal (1626-1631). Además, iba a ser premiado con otro empleo de gran prestigio, cuando en 1627, es nombrado Capitán general de Portugal durante las ausencias de don Fadrique de Toledo Osorio, marqués de Villanueva de Valdueza, y Capitán general de la Armada del Mar Océano. Don Fernando que gozaba en ese momento de la confianza del Rey, acumulaba en su persona las aptitudes necesarias para ese puesto por ser “persona de valor, plática y experiencia en las cosas de la guerra”. Recibe las mismas competencias que tiene don Fadrique y tuvieron sus anteriores en el cargo, y se manda a todos los oficiales castellanos del tercio de Portugal, que le obedezcan y cumplan sus órdenes. Pero tan importante puesto, solo lo desempeña en los tiempos de ausencia de don Fadrique, también Capitán General de la Armada del Mar Océano, cargo que le obliga a hacer ordinarias ausencias. Precisamente en ese año, se lanzó a la reconquista de Salvador de Bahía, en Brasil, con una flota de 26 navíos y 3.500 soldados. Con el advenimiento del cuarto de los Felipe, la carrera de don Fernando va a continuar en ritmo ascendente. Su buena imagen frente a los monarcas se consumará con dos nombramientos de enorme prestigio, las embajadas de Venecia y Francia. Recibe las pertinentes instrucciones ordinarias, acompañadas de unas instrucciones secretas, pero fueron inútiles, puesto que la embajada quedó en nada y don Fernando nunca llegó a tomar posesión. Para desempeñar cargos públicos como embajadas, se necesitaban grandes fortunas, ya que las ayudas de costa que proporcionaba la corona solo ayudaban a cubrir parte de los gastos. Lo mismo ocurría a otros miembros de la nobleza que tuvieron que hacer grandes esfuerzos económicos para ocupar sus cargos. Para entonces la hacienda de don Fernando, y sus continuas deudas le impedía sufragar el viaje y el mantenimiento de tal importante puesto. Don Fernando fue alternando su vida militar con el desempeño de dignidades locales, −regidor y alférez mayor en Toledo−, donde poseía algunas propiedades urbanas. El ser alférez mayor no conllevaba función militar alguna, al menos para el ayuntamiento de Toledo estaba vacía de contenido, sino más bien era un oficio honorífico. Unido a la regiduría, vino a significar que formó parte de las dignidades de la ciudad y uno de los miembros más poderosos de la oligarquía municipal del siglo XVII. Así que, para el señor de Higares, ser alférez mayor, aun siendo un oficio eminentemente decorativo, daba la posibilidad acudir de manera preferente a Ayuntamiento. Pero sobre todo resultó ser un bien socioeconómico, que le daba prestigio y podía utilizarlo para extender su influencia familiar y fortalecer sus redes clientelares Se convirtió en un representante de la villa imperial en la Corte, justo en el momento en que se solicitaba la prohibición de la entrada de mercancías extranjeras, que tanto daño hacía a la economía local. En ese contexto conocemos al señor de Higares arbitrista, quien redactó interesantes memoriales que le ayudaron a estar más cerca del monarca. Durante el tiempo que la Corte española se trasladó a Valladolid, las noticias nos indican que el señor de Higares también estuvo en la ciudad del Duero. Gracias a la documentación generada durante el proceso de Ezpeleta, conocemos que don Fernando conocía y estuvo alojado en casa de Miguel de Cervantes Saavedra, en la calle Rastro de Valladolid. Edificio donde vivían más personas, y donde tras un duelo a espada, don Gaspar de Ezpeleta fue gravemente herido y al poco muere. Se inició una investigación para descubrir al autor del asesinato. Los testigos, a los que se les toma declaración, relatan las personas que entraron y salieron del edificio donde vivía don Gaspar y el propio Cervantes, y en sus declaraciones, se menciona el nombre de don Fernando. Los declarantes, detallan la relación entre ambos y la frecuencia de las visitas que el señor de Higares efectúa a la vivienda de don Miguel de Cervantes y a la del propio fallecido. Astrana Marín aporta algunas noticias sobre la relación entre Cervantes y don Fernando, confirmando que ambos se conocían de Sevilla. Añade que el señor de Higares “seguía con su hacienda en administraciones poco escrupulosas”, quien quizás buscaba que Cervantes le asesorase con las cuentas, pero descarta que Cervantes tuviera intención de convertirse en su secretario, ni verse envuelto de nuevo en asuntos de números. Es probable que Fernando le visitase como amigo, para confiarle algún “negocio relacionado con su hacienda”. Pero claro, en la España de la primera mitad del seiscientos, la profunda crisis económica hizo que muchos nobles acabaron arruinados, debido a su forma de “vida noble” y a los continuos problemas que tuvo la Corona para pagar los sueldos y mercedes. Esto hizo que únicamente las grandes familias que gozaban de importantes rentas pudieran mantenerse, mientras que otras muchas fueron devoradas por las deudas. Así ocurrió con el señor de Higares. Por un lado, sus modestas rentas señoriales, sueldo y juros recibidos, no fueron suficientes para su mantener la ostentosa vida de noble, además de una posible mala administración. Igualmente, sus frecuentes destinos lejos de casa le generaron altos costes y gastos extraordinarios, de los que no podía hacerse cargo y que no siempre eran financiados con el dinero del rey. Era habitual ver a estos nobles perder grandes caudales en el desempeño de cargos en el extranjero. Recordemos los importantes nombramientos de embajador de Venecia y Francia, pero que por desgracia para él no pudo ejercerlos, ni acudir a sus destinos, a pesar de recibir las pertinentes instrucciones. La causa principal: su corta hacienda y el endeudamiento que le acompañó gran parte de su vida, impidiendo la posibilidad de permitirse los costosos gastos de viaje y estancia. El señor de Higares, gracias a ese tipo de nombramientos, pudo igualarse con la alta nobleza y la nobleza titulada, que le superaba de forma considerable en ingresos. Algunos cargos que recibió como el de capitán general de Portugal iban acompañados del tratamiento como “toca a los títulos de Castilla”. Esos empleos le permitieron tejer una red de influencias con otros miembros de su familia y linaje, que le ayudó a aspirar a alcanzar la gracia y favores de la Corona, y, en consecuencia, recibir nuevos nombramientos que le otorgasen nuevos ingresos. Don Fernando Álvarez de Toledo casó en tres ocasiones, siendo su última esposa doña Josefa Enríquez de Guzmán (†1636), hermana del marqués de Palacios, don Martín de Guzmán, que fue mayordomo de Felipe IV. De este matrimonio nacieron García, Pedro, Fadrique y Blanca. Cuando fallece García tiene 11 años, Pedro 9, Fadrique 8 y Blanca 7, de modo que tuvieron como curador a don Gabriel de Alarcón, caballero de Santiago y secretario del Consejo de Indias, quien debía de ocuparse de cumplir el testamento del fallecido y de la administración del mayorazgo de Higares. La delicada situación en que quedaban sus hijos antes las deudas de su padre, les obligó a redactar un Memorial de méritos y servicios dirigido al Rey suplicando para que les honre y les haga merced. 2. CONCLUSIONES Los señores de Higares representan el paradigma del caballero y noble medio. Como otros individuos de su mismo estatus social, efectúan un cursus honorum en busca de honor, consideración social, prestigio y privilegio. Su nobleza y limpieza de sangre era incuestionable y siempre fueron tenidos por reputados hijosdalgo y caballeros al uso y fuero de España, lo que les permitió acceder a las grandes órdenes de caballería españolas. Miembros del importante linaje de los Álvarez de Toledo, estaban conectados por sangre con las principales casas de la estirpe toledana: los duques de Alba y los condes de Oropesa. Pero el gran anhelo de los señores de Higares fue dar el salto y convertirse en nobleza titulada. El VI señor don Fernando de Toledo, fue el que más cerca estuvo, pero su objetivo que se les resistió, cuestión fundamental en la súplica que su hijo remitió al Rey. Para el joven señor de Higares, su casa no era menos que otras de la rama Toledo, pero mientras esas poseen títulos y rentas, la suya “goza de un mayorazgo más antiguo; pero posee rentas, estados y títulos inferiores a las demás, no siéndolo en calidad y servicios”. Desde luego el contexto les era propicio para solicitar un título. Aunque durante el reinado de Felipe III, los títulos recayeron principalmente en individuos de familias ya tituladas, fueron beneficiados los segundones de esas casas o ramas colaterales de la alta nobleza. Pero fue durante el reinado de Felipe IV y especialmente en el periodo de valimiento del Conde Duque de Olivares, cuando éstos aumentaron considerablemente en número, aunque la mayoría acabaron en manos de la nobleza titulada, sus herederos, o segundones de la alta nobleza; en contra de nuevos poseedores. El número de títulos creados fue considerable. Según Dominguez Ortiz, utilizando las fuentes del Archivo Histórico Nacional, se crearon 92 nuevos títulos; Enrique Soria Mesa, establece una cifra bastante superior, 329; mientras que Antonio Rodríguez Hernández, basándose en los Libros de Relación de la Cámara de Castilla, 147 entre ducados, marquesados, condados y vizcondados. Algunos de esos títulos recompensaban los servicios prestados en la corte con el rey y su valido, o como consecuencia de los destacados servicios militares y políticos. Así existen numerosos casos de individuos que recibieron títulos como premio a sus servicios en los ejércitos del rey. Especialmente interesante es el caso de otro miembro de la casa de Toledo, Fadrique de Toledo Osorio, recompensado con el título de marqués de Valdueza, después de haber destacado como Almirante de la Armada del mar océano y Capitán General del reino de Portugal. Diego Mesía, cuarto hijo del conde de Uceda y con una hoja de servicios militares notable, fue nombrado marqués de Leganés en 1627. En lo que se refiere a señoríos toledanos convertidos en títulos, tenemos varios ejemplos, como el caso de Pedro Barroso de Ribera, señor de Malpica, señor de Parla, Valdepusa, Torres y Calabazas − heredad localizada justo en frente de Higares−, además de mariscal de Castilla y caballero de la Orden de Santiago. En 1599, fue nombrado por Felipe III, I marqués de Malpica. Pero el más interesante, es el caso de Luis Carrillo de Toledo (1564-1626), señor de Pinto, −recordemos que una vez los señores de Higares fueron señores de Pinto−, quién recibió no uno, sino dos títulos. Caballero de la orden de Santiago, capitán general de Galicia y virrey de Valencia, y como premio a sus méritos fue nombrado conde de Pinto y marqués de Caracena por Felipe IV, en 1624 y 1626. Este ascenso desde luego que no sentó bien en los señores de Higares, y así lo reflejaron en el memorial donde suplicaban recibir “un título de Castilla”, pues entendían que la casa de Pinto “que salió de Higares, tienen dos títulos, muchos aumentos, y acrecentamientos”, mientras que la de Higares, sin ser inferior en “calidad y servicios”, “sola ha quedado en estados, títulos y rentas, inferior a las demás”. Todos estos ejemplos ilustran que, a pesar de su gran hoja de servicios, el VI señor de Higares, no consiguió dar el salto y convertirse en nobleza titulada. A pesar de ello, sus hijos no perdieron la esperanza, pues ya hubo otras ocasiones en que fueron los herederos los que recibían el título, como el caso del marino Lope de Hoces. Tanto su primogénito, el VII señor de Higares, como su hermano, de manera voluntaria van a continuar la carrera de su padre y optaran por continuar sirviendo en los ejércitos del rey. García, siguió los pasos de su padre y sirvió en el estado de Milán, alcanzando el grado de maestre de campo. Pedro, lo hizo en las Galeras de España principalmente, alcanzando el mismo empleo. De modo que la carrera de ambos bien podía haber terminado con un título, pero, por desgracia para la casa, fallecen jóvenes en sus destinos y sin descendencia. Las aspiraciones de los Higares para la consecución de un título terminaran con la Blanca Álvarez de Toledo, VIII señora de Higares, quien casará en dos ocasiones con individuos que habían obtenido título recientemente. En primeras nupcias, con Francisco González de Andía-Irarrázabal y Zárate, premiado por Felipe IV con el marquesado de Valparaíso, tras servir como veedor general del Ejército de Flandes, como gobernador de Canarias, virrey de Navarra, gobernador de Galicia y miembro de los Consejos de Estado y de Guerra. Y, en segundas nupcias, con su primo Martín de Guzmán y Ledesma, nombrado marqués de los Palacios en 1635. Posteriormente, el señorío de Higares se incorpora a la casa de Alcudia, otro título creado en el siglo XVII, cuando Pablo de Contreras Fernández de Miñano, almirante general del Mar Océano y caballero de la Orden de Calatrava, fue nombrado conde de Alcudia en 1645. En definitiva, a pesar de sus reclamaciones, no podemos afirmar que el VI señor de Higares y sus hijos no fueran bien tratados por la Corona. En términos generales recibieron suficientes recompensas a sus servicios a lo largo de su vida como para quedar satisfecho: juros, mercedes y nombramientos de prestigio, que le permitieron codearse con la alta nobleza. Pero la cruz fue la tardanza a la hora de cobrarlos, que le colocaron en una delicada situación. La mortalidad de los sucesores, la cual no les permitió alcanzar puestos más elevados en el escalafón, y la falta de medios económicos, sería a la postre los dos factores clave que hicieron que nunca consiguieran llegar a la nobleza titulada. 3. FUENTES PRIMARIAS ARCHIVO DUQUES DE ALBA A.D.A., Higares Leg. 1 A.D.A., Higares, Leg. 2 A.D.A., Higares, Leg. 3 A.D.A., Higares, Leg. 5 A.D.A., Higares, Leg. 6 A.D.A., Higares, Leg. 7 A.D.A., Higares, Leg. 8 A.D.A., Higares, Leg. 9 A.D.A., Higares, Leg. 11 A.D.A., Higares, Leg. 12 A.D.A., Higares, Leg. 13 A.D.A., Higares, Leg. 15 A.D.A., Higares, Leg. 16 A.D.A., Higares, Leg. 17 A.D.A., Higares, Leg. 19 A.D.A., Higares, Leg. 24 A.D.A., Higares, Leg. 25 A.D.A., C.52, nº198-220 A.D.A., C. 144, nº8. A.D.A. C.159 nº8 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL AHN, CÓDICES, L.996B, A.H.N., DIVERSOS-MESTA,98, AHN, ESTADO, Leg. 3455, 49. AHN, ESTADO, Leg. 3457, 26. 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