La escultura española en hierro entre 1950 y 1975una cosmogonía mística dibujada en el espacio (Resumen)
- FRAILE YUNTA, MARÍA
- Víctor Nieto Alcaide Director/a
- Genoveva Tusell García Directora
Universidad de defensa: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia
Fecha de defensa: 18 de diciembre de 2023
- María Dolores Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz Presidente/a
- María Victoria Soto Caba Secretaria
- Manuel Fontán del Junco Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Más allá de hacer una investigación basada en un orden cronológico, en la existencia de focos geográficos, de escuelas artísticos o de orientaciones estilísticas diferentes, esta investigación aborda la escultura realizada en hierro en nuestro país entre 1950 y 1975 desde un punto de vista muy diferente que parte de dos hipótesis muy claras. En primer lugar, de la que sostiene que esta escultura está en estrecha relación con las circunstancias históricas que vivió España entre los años citados y, en segundo lugar, en la creencia de que esta es muestra de un modo genuino de ser y estar en el mundo: el modo de ser y estar del hombre español. Con estas hipótesis iniciales hemos abordado la escultura realizada en hierro por autores como Jorge Oteiza, Pablo Serrano, Eduardo Chillida, Martín Chirino, Feliciano Hernández o José Luis Sánchez considerando en primer lugar cuáles fueron las circunstancias históricas que hicieron que, tras la Guerra Civil, una serie de intelectuales recuperaran las ideas de escritores de la Generación del 98 como Unamuno, quien, después de identificar las señas de identidad de lo que él denominaba «intrahistoria» o «tradición eterna», abogaba por hallar una solución conciliadora del «Problema de España» donde se fundieran la modernidad y la tradición. Con este contexto no solo histórico, sino también filosófico y literario, de fondo, se muestra cómo también en el ámbito artístico y, particularmente, en la escultura en hierro, se funden la modernidad y una tradición muy particular que sería recuperada después de que hacia 1950, justo cuando en el país empezaba a haber un mayor flujo de comunicación con el exterior y muchos aristas regresaron de sus estancias en el exterior, comenzase a recuperarse el trabajo del hierro y la forja de la mano de escultores, entre otros, como los citados. Buceando en los orígenes del trabajo del hierro dentro de nuestras fronteras, este estudio muestra, abordando también los aspectos técnicos y simbólicos relativos al oficio del herrero o forjador, los momentos más importantes en el desarrollo de esta tradición desde la Edad Media hasta que, tras diluirse con el transcurrir de los siglos, fuera recuperada a finales del siglo XIX por el Modernismo catalán y tuviera su continuidad de la mano de escultores como Pablo Gargallo, Julio González y Pablo Picasso unos años después. Considerando la importancia de las aportaciones de estos pioneros y dentro de las mismas, la tendencia hacia una desmaterialización escultórica llena de resonancias gotizantes, nos adentramos en el concepto que, habiendo sido creado por Julio González a raíz de su colaboración con Picasso entre 1928 y 1932, está en la base de toda la escultura en hierro posterior y es el de «Dibujar en el espacio». El origen celeste del mismo nos lleva a sumergirnos en un camino que, teniendo en cuenta también las resonancias simbólicas del hierro como un metal sagrado por el recuerdo de su origen meteórico y del fuego como un elemento alquímico con poder para curar enfermedades invisibles, purificar y crear o formar vida nueva, nos lleva a abordar la escultura realizada en hierro tras la Guerra Civil y, particularmente, entre 1950 y 1975, como una cosmogonía mística genuinamente hispana donde no solo están presentes la modernidad y la tradición, sino esos dos polos opuestos que, según diversos autores, habían mantenido en tensión al español a lo largo del tiempo: la materia y el espíritu, la Tierra y el Cielo. Por tanto, se muestra que es una escultura donde no solo se funden la modernidad y la tradición sino en la que se encarna, después de una Guerra Civil como la que había arrasado al país unos años antes, toda una cosmogonía férrea que trasluce aquellos rasgos definitorios -según diversos autores- del temperamento anímico español, y en particular, esa filosofía castiza que para Unamuno era la mística: el lugar donde se unían los dos polos que habían mantenido en tensión polar al español a lo largo del tiempo, la materia y el espíritu, la Tierra y el Cielo, y por tanto, de donde podía extraerse la solución conciliadora que resolviera el «Problema de España».