Color/No-Colorlos blancos en la cultura occidental

  1. Aoiz Orduna, Francisco Javier
Dirigida por:
  1. Alicia Sánchez Ortiz Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 24 de junio de 2015

Tribunal:
  1. María Isabel Báez Aglio Presidente/a
  2. Beatriz Fernández Ruiz Secretario/a
  3. Roberto Goycoolea Prado Vocal
  4. Sagrario Aznar Almazán Vocal
  5. Olga Cantos Martínez Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Varese Wall, 1975, obra de Robert Ryman que exhibe la Dia Art Foundation de Nueva York, nos sirve de excusa para iniciar nuestro estudio sobre el blanco y su significado en nuestra cultura. La uniformidad y gran tamaño de este monocromo hacen que nos planteemos una serie de interrogantes que conectan la modernidad y su afán de tabula rasa con la búsqueda de belleza y armonía de la Antigüedad clásica. Indagamos sobre la simbología del blanco, su influencia en el arte y en nuestra vida cotidiana, sobre cómo ha sido considerado por artistas, historiadores, filósofos y pensadores. Cuestionamos su naturaleza, si es luz o pigmento, si se trata de un color, de su contrario o de otra cosa, en qué punto exacto termina y empieza a ser gris, pardo o amarillo. Y lo conectamos con algunos mitos que han sostenido nuestra cultura desde sus orígenes como el de la caverna de Platón, los de Ícaro y Pigmalión de Ovidio, los viajes circulares de Ulises o el eterno retorno de Eliade. Partimos de la idea de encontrarnos ante un fenómeno cultural estrechamente ligado al modelo social en el que vivimos, para, al final de nuestro estudio, concluir que, tenga la naturaleza que tenga, se trata de una de las manifestaciones perceptivas que conserva un significado más estable y cierto carácter universal. Nuestro sistema cultural se basa en un amplio catálogo de antagonismos que se necesitan recíprocamente para existir, donde cada color puede expresar un doble significado, positivo y negativo, divino e infernal. Si entendemos el blanco como un color verdadero, esa ambivalencia le afectaría de lleno e incluso va un paso más allá. Como los extremos se tocan hasta convertirse en análogos, por un lado se asimila a la pureza y la inocencia del comienzo de la vida, y por otro, al vacío de la muerte, de tal manera que se acerca al negro, su contrario, y adquiere significados similares a él, como el duelo o la ceguera. Según su contexto, asume un sentido o su opuesto. El objetivo principal de esta tesis consiste en demostrar su omnipresencia en nuestra cultura, en nuestras vidas. Y que conserva casi las mismas connotaciones de trascendencia, orden y pureza que tuvo en su comienzo. Para ello, realizamos un viaje circular a través de cinco periodos históricos claves en nuestra cultura en los que el blanco ha jugado un papel trascendental. Unas veces entendido como un fenómeno asimilado al conocimiento y a Dios, uno de los polos fuertes de color en la escala que, según Aristóteles, va de la luz a las tinieblas y de cuya mezcla surgen el resto de tonalidades. Otras, cargado de un plus de elegancia y profundidad que lo vincula a la austeridad, al pensamiento racional. En cualquier caso, ha gozado de un estatus especial que lo ha elevado y distanciado. En la Grecia clásica, el blanco se vinculó a la luz y al origen. La symmetria de la Acrópolis de Atenas es uno de nuestros referentes de pureza y perfección, sin colores ni adornos; el otro, la filosofía de Platón y de Aristóteles, su condena de la imitación y la policromía. En la Edad Media se vinculó con la claritas o resplandor divino dentro de la escala de tricromía medieval y con la austeridad de San Bernardo y del Císter. El Renacimiento armonizó el Clasicismo con el Cristianismo y, en un mundo en blanco y negro desde el nacimiento de la imprenta y con la austeridad religiosa de la Reforma, consolidó el prejuicio perceptivo disegno frente a colore.El afán de pureza, progreso y desornamentación del Neoclasicismo coincidió con la expulsión del blanco del orden de los colores tras los experimentos de Newton. Llegamos al final a otro gran monocromo de Ryman, Correspondent, de 1989, un tipo de pintura blanca que se expande por las salas donde se muestran y se convierten, según O¿Doherty, en espacios donde refugiarnos del exceso de información y colorido del presente, donde reflexionar y tomar un nuevo impulso hacia el futuro, un nuevo comienzo. Retorno al origen que conlleva una purificación previa. Pureza del blanco.